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A. CAMPlÓN 131 -Hombre, sí, por fuerza; dos muchachas gua– písimas, Luz y.Ju lia; . su _madre es alta, asimis– mo oruesa, de aire ordinario; muy elegantes, muy á 1a'~oda las tres ..... "Las de perlesía ,,-añadió Bar – kaiztegiriéndose. -El mote me suena, pero las personas ..... Y por qué las llaman así? . . . -Verá usted. Al padre si le conoce, a D. V1ctor? -Un seilor muy fino y peripuesto, verdad? de barbacana y rizada. - Perfectamente. Hijo de un mayorazgo pobre– tón,vivíanen la casa solar, junto á Lgsarte, en el monte.D. Víctor era lo c¡ue llamábamos entonces un poco romántico; Je gustaba la vida del campo, la sencillezde costumbres, los árboles, la yerba, las pastoras,etc., etc.; cerca, en el caserío de Izkone– gi,habitaba la D.ª Ambrosia áe hoy, que en calidad de Ambroshi llamaba la atención por su cara y buenaspartes. D. Víctor y ella se enredaron. Ora porqueel padre de la aiosa campestre, Fulgencio Lastur, fuese de malas pulgas, ora porque la aven– tura respondía á las tendencias de D. Víctor, el he– choesquela égloga degeneró en prosaico matrimonio anteel vicario del lugar, que era uno de los mayores animaleseclesiásticos conocidos, entre paréntesis. Barkaiztegi que hablaba reposadamente, escu– chándose,sin desdecirse de su gravedad británica, patentehasta en las patillas, bebió un sorbito de caféy prosiguió diciendo: -Los mayorazgos llevaron muy á mal el casa– miento,riñeron y D. Víctor se vió reducido á vivir en un mal caserío, de una corta pensión que le pa– saba su hermano. Pero la Ambroshi quería ser do– ña Ambrosia y los gustos pastoriles del marido no le hacían gracia: ¡ella estaba harta de ser pastora! Barkaiztegi se creyó obligado á comentar con una sonrisa maliciosa la exclan.iación.

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