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A. CAMPIÓN 123 ioso,atusándose la roj~ barba con su blanquísima y regordetamano d~ mu¡er. · - Toma, hombre, toma. y desdoblando el número de La guerra social, le indicabael artículo de fondo. Jnsausti,de una manotada, lo lanzó hacia el or- ganista. -No me da la gana. - Pues has de oir. -No quiero. -Sí, sí, concha!- é insistiendo tenazmente, ltu- rria leyó: "Los almacenes, los escaparates del co– mercioestán abarrotados de mercancías, que quie– re decir, trabajo sin pagar, trabajo que se roba al obrero, al eterno ··explotado, á la inocente víctima de la piratería burguesa-capitalista. El pobre pue– bloque pasa hambriento, desnudo, roído por la mi– seria,delante de esas tiendas, de esos almacenes llenosde su santo sudor, no se redimirá, no, hasta que rompa los escaparates y á mano real tome cuantole haga falta, y sus bolsillos, que suelei1agu– jerear las ratas, se rompan con el peso de las cosas readquiridas. El pueblo rey, que hoy es el pueblo esclavo,no saldrá, no, de su infierno social hasta que se convenza de que todo es de todos y lo pon– ga por obra,,. No se avergüensa ni esconde la cara; firmamuy campante "Pedro Lajumera,,. Este tam– bién es mayor de edad, y como tú contra la con- fesión..... '. Juanito, que era de carácter violento, comenzó á levantar la voz, y encarándose con los "perros sa– bios,,les designaba, con nerviosos ademanes, al or– ganista: . -Este Pantaleón, siempre el mismo! Qué tipo eres! Todo confundes. Qué tiene que ver la con– fesión, que es cosa de la consiensia, que todos pue– den pensar como quieren, con eso de meterse á ro-
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