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,\. CAhi PIÓN 113 se efectuaron á maravilla. Las tres mujeres, sin desatender los quehaceres or~inarios, transporta– ron desde el caserío y desde las tiendas el menaje antiouo y nuevo á la morada de la calle San Igna– cio.~\1artínse consagró á trasladar al caserío vecino las herramientas del oficio. Ayudábale, con mejor voluntadque eftcac.:ia, Shidoro, que decaía sin ce– sar. "Cómo hierve la olla!,,, decía, sonriéndose tristemente y ponier.do la mano sobre el pecho. Losesfuerzos, por pequeños que fuesen, le corta– ban la respiración; sentábase, y la tos silbante y constrefüdale aumentaba el jadeo, dejándole inca– pazde moverse. Andre J oshepa, á caza de ilusio– nes, decía, señalando las mejillas encendidas : "Tie– ne buen color.,, Cierta noche sufrió un ataque de disnea terrible. Llamó, angustiado, y la familia rodeó la cama. Shidoro, inclinando el cuerpo hacia adelante, deno– taba tal sensación de ahogo que era contagioso á los circunstantes: ninguno, si le miraba, seguía res– pirando desahogadamente. "Faltan cuatro días para marcharnos,,, pensaba Joshepa. El acceso se apla– có, coincidiendo ó cediendo á la aplicación de re– medioscaseros. Shidoro pudo echarse sobre dos almohadas y dormir varias horas. Vista tan notoria mejoría,desistieron de llamar al médico. El vieje– cito seguía durmiendo bien y tomando alimento, sin levantarse de la cama. "No me duele nada; de– jadmequieto; lo que quiero es dormir,,, decía. La cuarta mafiana, andre Josh epa se presentó á la cabecera y dijo: --Padre, luego vendrá el apoderado del señor marqués á recoger las llaves, y entonces nos ha– bremosde ir. Le he calentado la ropa; vístase usted; en el carro de bueyes hemos echado un colchón, almohadas y mantas;debajo del toldo de hulefrá rica– mente, sin mojarse una gota; Pachika, de boyeriza. 9
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