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112 LA BELLAEASO V Llegó el mes de Febrero, que tan remoto pare– cía, y con él la inminencia ele la fecha convenida para dejar libre la finca al marqués . La nueva instalación de la familia Zubeldia aguar– daba la hora de la mudanza: un entresuelo sobre amplia bajera, calle de San Ignacio, provista de mostrador que la partía en dos secciones desigual– mente anchas. En la de la izquierda y más estrecha se escalonaban los estantes y vasares, y se abría la puerta de acceso á la cocina, situada en uno de los extremos de la galería de cristales que constituíael fondo del local. Estos cristales estaban pintados pa– ra que los parroquianos de la taberna no curio– searan indiscretr..mente á los parroquianos selectos que, en la alegre galería y en elegantes mesas ele mármol, habían de saborear las comidas y cenasde encargo. El letrero del establecimiento, obra insig– ne de brocha muy gorda, fondo gris sucio y letras bermejas que decían "Al valle de Loyoia,,- pues Martín se opuso á que se escribiera "La bella Easo,,, desde que oyó la frase aplicada á Tomasha por lri- · goyen,- tendido sobre la tarima, agudrdaba tam– bién la hora . Mientras an.dre Josh epa corría con todos los por– menores de la mudanza, Martín tornaba sus medi– das para continuar, desde un caserío vecino, las la– bores hasta la terminación del afio agrícola. El im– porte de las cosechas y el de los aperos y ganados cubriría los gastos de instalación y los familiares durante los primeros meses-aunque la tab.ernano produjese un céntimo, suposición absurda- hasta que venciesen los plazos de dividendos y cupones. Las cosas que dcpencl~nde la previsión humana,
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