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A. CAMPIÓN 111 ni Ileoandoá ciudadanos....: aunque me llenara de onza; de oro el caserío no se lo cedo! Me engañó usted;abusó de mi confianz_a; es usted un a.varo y un holgazán, todo en una pieza! Ajarteestabairritadísimo.Martín,cabizbajo,aguan– tó el chaparrón de denuestos, esperando á que el condese desfogara, y entonces aprovechó la coyun– tura con que le brindaba la pregunta "Cómo ha he– choustedeso?,, para explicarle puntualmente el caso. Era tan visible la pena y la sinceridad de las excusas,que el conde acabó de apaciguarse. - Comprendo, comprendo ..... cuando las muje– res se ponen así..... Dígame, ¿cómo ha colocado el capital? Cuandose hubo enterado Ajarte levantó los bra– zos al cielo. -Valores cubanos..... ¡qué disparate! La guerra no lleva trazas de acabar; nuestro bravo ejército es impotente; las probabilidades de que intervengan los Estados Unidos aumentan por minutos, y si in– tervienen,digan lo que quieran los locos y los igno– rantes ... ¡se acabó! Eso de Bilbao, no sé lo que es; pero desconfíode los negocios que comienzan dan– do el diez por ciento. En Bilbao hay mucha granu– jería.Dios quiera que la colocación del dinero no sea el castigo,Mi;rtín!Valores cubanos... ¡qué disparate! Y haciendo mil gestos de asombro y reprobación, sin despedirse, se fué. Martín, con el nudo del es– tómagocada vez más prieto, zumbándole los oídos, á paso muy largo se plantó en casa. Llegó con el semblante descompuesto. A las preguntas ansiosas de andre joshepa, contó lo sucedido. -Tonto! no hagas caso. El conde está enfadado y te asustó por desquite. Algo tranquilizó á Martín la observación. Sin embargo,tampoco aquella noche durmió á pierna suelta,como cuando no era rico.
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