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A. CAMPIÓN 109 temprano, métanse ó n? los yankis de por_ ':1~dio, apabullará á los mamb1~~s. Entonses ,las 1bencas, seoúndisen personas peritas, obtendran una gran subida:por eso no se deshasen de ellas los actuales tenedores. Si las ibéricas. como disen, llegan al do– ble repetirá usted la ganga del caserío! Martín, sumamente perplejo, pedía las explicacio– nes que era capaz de formular, é Irigoyen contesta– ba á ellas con amabilidad imperturbable. Por fin se desabrochó el chaleco y metió la mano en el bolsi– llo interior. -Aqu í está el dinero~dijo, poniéndolo sobre la mesa. Después de contarlo, Irigoycn llamó á uno de sus dependientes, corredor colegiado de comercio, para que practicase las operaciones, y rectificando uno de los conceptos que Martín había vertido, dijo: -No, no; yo no le he aconsejado. Me señí á de– sirle lo que haría si estuviese dent ro de la pelleja de usted, dada la situasió11de la plasa y la conve– niensia de emplear un capitalito. Pero, ¡consejos! Dios me libre! Se lleva uno cada chasco! La estima– sión pública de los valores, es hoy exactamente la que le he manifestado. Mafiana... quién sabe? Esta aclaración cavó como una ducha sobre el entusiasmo de MartíÍ1 y reavivó sus poco amorti– guados recelos. De atreverse, ¡habría deshecho el trato! Pero el dependi ente estab·a llenando con su nombre y números los blancos de unas hojas im– presas, misteriosas para él. Ah! el C3Seríoera pare – des, ladrillos, maderos, tejas palpables; la tierra pe– gábase á las plantas de los pies, á la tela de los pan– talones; la olía cuando la lluvia la remojaba ó le echaba encima carretadas ele estiercol; sólo Dios era capaz de destruirla; por más que los elementos se conjurasen, sobrevivía á sus asaltos y quedaba en situación de recibir la semilla, dócil siempre á
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