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Á. CAMPIÓN 103 Recuerdos, ·perspectivas é imaginaciones, vagos y agradables, que redondeaban el contentamiento físicode Tomasha. Entre todas las caras alegres de la fiesta, la suya obtenía la palma. Gozaba del prin– cipadorústico de la hermosura que los montes, los árboles, los remansos del río le conferían, y que la ciudad,actual embeleso de ella, no le habría reco– nocidosin debate. Las horas de la tarde transcurrieron y las prime– ras de la n.oche llegaron sin que ninguno se levan– tase: comida, merienda y cena de un tirón, no de– jaron otros testigos ni rastros de presencia sino los huesos debajo de la mesa y los manchones de vino y grasa en el mant~I. Parecía que las caras de los comensalesse hab1an calentado al horno; mas la rubicundezde la de Shidoro reducíase á dos rose– tones sobre los pómulos, sin invasión á los lívidos contornos. Poco antes de disolverse la compañía, el viejo preguntó: -Cuándo os vaisájayápolis?Cuándo es lamuda? -A mediados de Febrero; así consta en la escri- tura;el marqués primeramente dijo que por Marzo... Shidoro se puso á sacar la cuenta por los dedos. -Está bien: antes de esa fecha me habré muer– to. Me voy de buena edad; ochenta años; ¡cuántos se fueron por delante! Mis deseos son morir· aquí, en casa. Estas palabras causaron una impresión desagra– dable; no de viva pena, porque todos ellos estaban convencidosde que el viejo "se iría de buena edad,,. La nota era disonante, inoportuna, inesperada. An– dre J oshepa tradujo el común sentir de la familia, ' pero acremente, por la encubierta reprobación al cambio de domicilio. - Ahora se acuerda usted de morir, padre , cuan– do estamos tan contentos y acaba de comer mejor que el rey?

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