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Á. CAMPIÓN 101 tían la belleza de la muchacha, inmediatamente se lo comunicaban por medio de guiños ó breves expresiones, de resbalón proferidas. Entre tantísi– mas sedas, encajes, cintas, colores, plumas y joyas; entre tantísima hermosura, sabiamente cultivada, ¡aquélsí que era triunfo! Y Tomasha se volvía al baserri con su poquillo de viento en la mollera, mas sin pizca de envidia ni pena, recibiendo los rayos abrasadores del sol y tragando el polvo de la carre– tera. Y en seguida al río, á agradecer con canciones las frescas caricias del agua. En el conjunto de flores, chicoleos y requiebros escuchados por Tomasha, sonaba dominante una nota: que vivía arrinconada en un pobre baserri, siendo digna de lucir en las calles; que daba pena suponerla sometida á las más toscas faenas campes– tres. Nunca hasta aquel m·omento le habían causa– do impresión las frases que se referían á su posi– ción social, ni le había deslumbrado el espejismo de otra más alta y propia de ella; antes bien ser– vían de levadura á su índole montaraz. A raíz de haber r~plicado con risa burlona y brusco desabri– miento al requiebro del señorito que la agarraba por el brazo para detenerla, le placía detenerse á conversar cachazudamente con los boyerizos, aun– que la violencia del chubasco la obligase á Juchar á brazo partido por mantener el equilibrio de su ba– nasta; ni el recuerdo de la más emperejilada seño– ra, que con su coche le interrumpía el paso de una acera á otra, la humillaba mientras hacía la limpia del establo. Cada cosa ocupaba su puesto; la su– p~rsposición de las capas sociales era natural y de– finitiva,y tan absurdo Je pareciera subir ella al lan– dó, como .ver á la dama encaramarse á apisonar el estiércol. De pronto, sin saber por qué, muy confusamen.– te, esa mentalidad se estaba modificando. Las fra-

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