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A. CAMPIÓN 99 -Cómo emplearemos este dinero? qué haremos de él?-preguntó Martín. La posesión del tesoro le exacerbabauna inquietud ya añeja. - Veremos eso más adelante, otro día, hoy no está nuestra cabeza para discurrir, nos toca cele– brar nuestra buena suerte-se apresuró á replicar undre Joshepa, recelosa de que por aquel conducto se reinstalasen los desabrimientos de su marido. Éstemetióde nuevo los billetes en el chaleco, y el chalecoen el arca, cerró con llave el arca y la puer– ta del cuarto, y colocó la llave entre los pliegues de la faja.En el cuarto de en medio les aguardaban las hijas,de pie, y el viejo Shidoro, sentado á la cabe– cera de la mesa. La andre bajó á la cocina y subió en seguida tra– yendo el soperón humeante. Como en los casos de etiqueta,quería ser ella quien sirviese la comida. Sentados á la mesa todos, apoyaban ambos brazos sobre el blanco mantel é inclinaban los cuerpos .de suerte que las caras tocaban ca~i á los platos, como para mirarse en ellos. Ninguno tenía la silla· puesta rectamente frente á la mesa, sino más ó menos la– deada á derecha ó izquierda, de modo que cuando cambiasede postura pudiera sostener, con mayor ó menor comodidad, el brazo en el respaldo; ni man– tenía las piernas juntas ó á plomo, sino despatarra– das, ó una atrás y delante la otra, doblando el pie sobre el, dedo gordo é imprimiendo maquinal movi– miento de balanceo. Las sillas no cesaban de crujir cual si fuesen á desvencijarse. Descubriéronse los dos hombres, y Martín, sos– teniendo el enorme pan entre el brazo, el pecho y la barba, recitó el Benedícite. Apenas sonó el últi– mo amen, andre joshepa comenzó á repartir, á cu– charón lleno, la sopa. · Ni de ella ni de cuantos platos siguieron quedó vestigio alguno comible; los huesos iban debajo de

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