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A. CAMPIÓN 95 Cuando Altube hubo salido de la estancia, Laju– _.mera se rió despreciativamente. Olargui, indicando . la puerta con el dedo gordo, dijo: - Me paece que ese tío... -Chut! lo necesitamos para aclimatar nuestras ideasentre los obreros de aquí. Es un cacho de bru– to, como la mayoría de sus paisanos. Hay que me– térselas á martillazos; pero la verdad, después de ilustrados convenientemente, no hay en el mundo quien se las saque. Veis lo que son los carlistas, que aun cuando Dios, saliendo de su retrete, desde don– de derrama sobre el mundo las prueba$ de su amor, bajase á predicarles contra la carcundia, no le harían caso?..... Procuremos que los obreros baskos sean los carlistas del socialismo. Es difícil, muy difícil; descortezando al basko, en seguida se descubre el hijo de cura. Vámonos; es tarde. Perico y sus compañeros bajaron. Al pasar de– lante de la cocina oyeron risas y retazos de conver– saciónen baskuenze. Altube, en medio, con un va– so de sidra canturreaba muy alegre. . -Adiós, que esquilan- gritó Perico metiendo la cabeza. Altube, hizo sefia de que se quedaba. Los compañeros, enfadados, salieron del caserío. Lloviznaba: la pradera era una charca. Algunas estrellas curioseaban la tierra de entre las nubes. Detuviéronse á buscar el mejor paso. En el silencio de la noche resonó la voz de Altube, que entonaba la Internacional. Lurrckoastoak gu gera... -¡El pollino hace propaganda!- exclamó Laju– mera furioso. Los cuatro hombres desaparecieron en la obs– curidad.

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