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94 LA !>ELLAEASO -¿A ti qué te se importa, hombre? -E res un bruto; no comprendes las cosas. El bl(!C campesino es el mayor obstáculo. Si son pro– pietarios no hay manera de ~traerlos; si inquili nos, hay que prometerles la propiedad, y entonces los principios se los lleva Pateta. Cómo reducirá estos bestias, de mentalidad contraria á la nuestra? Vá– yanse á la urbe norabuena: la ciudad los devorará , los hará polvo. En ct·os generacion es, el alcohol y la tuberculosis los empujarán á la sala de disección. Que se despueblen los campos! que las tierras p~r– manezcan yermas! que se arruinen los detentado– res de ellas! Entonces las ocupará el obrero, el hijo conscio del taller, y rehará sus músculos, oxigena– rá su sangre. ¡Muera la tierra aldeana! .¡Viva la tie– rra industrial! ¡Perezca la ru tina, húndase la tradi– ción, arriba la ciencia! Este es el socialismo, ¿ver– dad, Altube? A medida que Perico Lajurnera declamaba, con vehemencia y acritud crecientes, su rapsodia d!! fra– ses hechas, la frente de Altube se fruncL1. La luna llena del pr:ís de Pierrot veióse con las sombras de una reflexión trabajosa. -Si, sí; pero buena gente, chanfaina! - mur– muró. Y como prosiguiese absorto en su pensamiento, abstraído del mundo exterior , Perico Lajumera, imp acientándose, le sacudió por el brazo, y le repi– tió la pregunta: -Verdad, sefior presidente de la federación, que eso es el socialismo? Altube revistió el aspecro de un hombre que se despierta: -Psa, psa; el sosialismo, el 30s:alismo.. ... Comer prinsipios, trabacar m~nos, pasarlo mecor ..... ese es el so;;ialisrno- conte:-;tó sonriéndose . - Vay.:i, me voy abajo, la cuenta a hascr.
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