BCC00R49-5-16-1700000000000000410

A. C.\MPIÓN 91 nosotros, los pobres trabajadores, sino unos burros? Burros porque no sabemos . n:~d:1; b~!rrbs porque siempre andamos bajo la carga; ?urros porque ~os apalean, y burros porque el _Patr~~~os d2 un punao de h:erba y él se come el tr:go. $1 d,ses condenaos, los caseros no entenderán tan bien... _:.Pero apenas oigan la palabra burros, ¿com– prenderán que se habl,a_ de el_lo~? Acabáramos!:- ex– clamó con la entonac10nmas msultante Penco. – Pero como la canción la han de cantar los obreros, no quiero que ellos se insulten á sí propios. Porque burro, aunque en esta tierra suena á elogio, según veo, en la mía, en la de éstos y en la de todo el mundo ¡riñones! es un insulto. -A mí que no me lo llamen,- manifestó levan– tándose de la silla Olargui, é instintivamente echó la mano á la faja. En la enorme cara ele Altube, qu~ con su bigote raso bajo las anchas narices par~cía la luna del país de Pierrot, se pintó una expresión de terquedad, admirablemente adaptada á su cabeza de bull -dog y á su pescuezo de toro. Perico se disponía á enderezar un discurso insis– tiendo, cuando rechinó la puerta y se oyeron pisa– das sordas que pusieron en vibración á los platos de la mesa. Tomasha traía la bandeja con cinco tazas humeantes de café, media botella de cofiac y un mazo de puros. Estaba guapísima; de la espesa ca– bellera, todavía empapada en lluvia, se le escurrían gotas por el cuello y espalda; en vez de chaqueta vestía una blusa de percal, blanca, moteada de azul, y había sustituido el vestido y las enaguas por una saya corta de lanilla azul obscuro, cuyo ruedo orla– ban tres cenefas paralelas, de color rojo muy vivo. No obstante la recomendación de su madre, conti– nuaba descalza de pie y pierna, haciendo alarde de pisar fuerte.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz