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A. CAMP IÓN 87 Ja frescura de la juventud, á que tenía derecho . Hincados los codos en la mesa, apoyada la c::irn sobre las manos, que se tocaban por las mufiecas debajode la barba, contemplaba, riéndose, el apetito del hombrachón, cuyas mandíbulas mascaban estre – pitosamente,é hinchaban en los mofletes morcillo– nes de carne cuando subía la quijada inferior. - Es un escándalo, un disloque: ¡el engullimiento universal!Te vamos á quitar el puesto. De enterar– se los burgueses declararían, con verdad apnrente, que la federación del hambre y el trabajo había lle– nado su misión en el estómago del presidente Ju an Bautista Altube, por lo menos. -Cal -repli có Altube, mientras se hacía plato nuevamente-yo ,no me lleno nunca. -En ese caso merecerás la presidencia perpe– tua: representas simbólicamente las aspiraciones infinitasdel proletariado. Dime, Bautista, ¿cuándo acabas de traducir al baskuenze el himno: nu som le dané de la terr? Me consumo de ganas por vo– cearlo de caserío en caserío, á ver si tus brutos de paisanos despiertan ; sacuden las sombras del obs– curantismo, rompen las cadenas del esclavo, aban– donan los tortuosos subterráneos de la superstición y dan á sus hermanos de los talleres el abrazo de la solidaridad. Repite el verso que antes recitaste; que me lo aprenda de memoria, puesto que sólo piensas en engullir y no en aprovechar la ocasión · de hacer propaganda entre estas gentes embruteci– das por el culto y el analfabetismo..... ¿notaste qué escaso sentimiento de la dignidad personal caracte– riza á estas mujeres? ¡Ah! ¡carecen de envidia! ¡es– tán contentas!Demuéstrales que lopasan mal,que las ricas viven anchamente mientras ellás se revientan trabajando... Mi sermón á la dueña, sermón perdido. - Ya lo creo que has perdido; ¿qué piensas, pues, que es la dueña?
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