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32 LA CELLA EASO para más tarde. Descubríase, empero, la destreza, y sonaron muchos aplausos. Él y su inmediato com– pañero se dieron las manos izquierda y derecha, y puestas en alto formaron el puente bajo el cual des– filaron todos los bailarines, quitándose la boina ante el aurrendari, que entonces · instruía breve expe– diente de buena fama y costumbres, para que nin– gún hombre indigno se entrometiese en el baile. El azkendari, asistido de su compañero, salió al cen– tro de la pradera, se plantó ante el aurrendari, y ambos, como héroes homéricos, entablaron su lu– cha de saltos, piruetas y trenzados: parecía que to– dos los pastores brincadores y todos los arrie ros andarines del Pirineo les habían trasmitido su agi– lidad y vigor. Vítores, aplausos é irrintzis les re– compensaron. Formaron el segundo puente el az– kendari y su aldeko, y bajo él pasaron á sufrir nue– va inspección los bailarines; repitió el tamboril su zortziko, y los dos campeones, después de saludar– se mutuarnente, -y al vecino de cuerda y á la uni– versal concurrencia, se cubrieron. El primer acto del aurresku había terminado. Los tamborileros gordos se reposaron unos minu– tos, antes de emprenderlo con los bailes viejos que el au.rrendari Luis se proponía bailar, y con la lla– mada de "los sirvientes de la danza,, y la "de las señoras,, ó "contrapás.,. Algún amigo les llevó dis– cretamente dos vasos de áurea sidra, coronada de plata. En el momentáneo silencio que también la muchedumbre, después de sus aplausos, guardó, percibióse claramente el gangueo del acordeón. Allá, en un ángulo del pórtico, al compás de pegajosa ha– banera, las amigas de la displicente Guadalupe, . echadas en los brazos de sus parejas, mejilla contra mejilla ó bebiéndose los alientos, meneaban lasci– vamente las caderas. Fué cual la visión de un lu– panar en el marco honrado del caserío.
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