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A. CAMPIÓN 75 Marchiku se mantuvo silencioso, devorando con 1¡1 miradael conjunto de la muchacha, sin saber ana– lizar los bellos pormenores del rostro: los ojos gran– des, azul oscuro, ardientes cual_ si fuesen negros, suaves porque eran azules; la nanz recta, cuyas ven– r:rnas, color rosa pálido, aleteaban de continuo; la bo– ca,enriquecida por labios purpurinos y húmedos, pordientes sanos, menudos é iguales; la tez satinada, deslumbradorade blancura en las sienes, en la línea divisoria del cuello y pecho, dondequiera que la pátina de la intemperie no había podido obscure– cerla. Poseía además la belleza propia de su raza: erguida apostura de la cabeza, caída de los hombros y curva del pecho, armoniosas; esbeltez del cuerpo, garbososmovimientos. Flor de la tierra húmeda en climaapacible, sin rigores invernales ni estivales, de pétalosjugosos y tiernos, cuyo aroma seduce pero no embriaga. Belleza, no obstante ciertos caracteres de vigor varonil, intensamente femenina, que atrae las caricias, sin corromperlas. Marchiku nada decía, pero sus ojos hablaban em– belesados, animándole el rostro, de ordinario in– expresivo. Tomasha, burlona, adoptaba cómicas posturas, remedadoras de quien espera revelaciones importantes y luego no las recibe. -Has perdido ésta?- preguntó, sacando la len– gua y moviéndola entre los labios con mueca de chico travieso. -No, no la he perdido; pero la mía es menos listaque la tuya. - Mañana, lunes, lavo; ven al río y te la untaré con jabón... Decías? -Nada, aún. Esta restricción hizo mucha gracia á Tomasha, y se rió á gritos, dándose manotadas en los muslos. - Creía haberte oído decir..... Se detuvo en seco, provocando á Marchiku con
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