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A. CAMPIÓN 73 -Es que no quíero estropearme la ropa - replicó, moviendo el cuerpo parn ensefiar el fraje, tan á la últimamoda como el de la más elegante jayapolita– rra.-Mala ídea me.ha dao de estrenarlo hoy. Mejor se pasa la tarde en Easo, sin venir á estos caseríos de mala muerte. Qué hay aquí, pues? -Muy guapas chicas, y muchas-le contestó vivamenteRuperto Sarasola, escribiente de la casa Herrmann y Videau, banqueros. - No veo yo, pues. -Chica, no arrugues la frente, que eso siempre se dise mejorando la presensia . Mentira parese cómo han aprendido á vestirse las caseras! Quitada Jacalidadde la tela, igual que las señoritas . .Guadalupe se impacientó más de lo que estaba; sus labios delgados, algo descoloridos por la anemia, se fruncieron no sin gracia. -Sí; igual que las señoritas mal vestidas. Mírales á las espaldas de las chaquetas, cómo les sobra para meter un panesillo. ¿ Y las arrugas de las mangas? ¡Bienvestidas!..... No sabes lo que pescas. - Mujer, ya sé que no te llegan... pero en cuanto á lo de guapas, las hay. Mira aquella alta, la del pelo rubio, ¡qué cuerpo! que cara! los ojos... todo! - A ti te gusta la hermosura por arrobas. -U n caserote zanquilargo la saca del corro del baile. No parece que ella va muy á gusto, p~ro le sigue. Lástima! iba yo á sacarla. Ah! allí está la Ber– nardacho, la hortelana de mis principales. No dirás que esa es guapa por nrrobas: es finita como tú; con una naricilla puntiaguda muy provocativa, como la tuya; los ojos, nadie sabe su color, medio verdes . medioazules, y parece además que les han echado con la salvadera un.os polvos de oro. Todos los de– pendientes de nuestra calle'se pirran por ella. La voy á invitar. Hasta luego. Esperadme. -No yo lo ques!-exclamó airada Guadalupe,

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