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Á. CAMPIÓN 1i Sólo las muchachas bailaban. Aquellas mismas que durante la semana rindieron el cuerpo con el trajineo, la colada y la labranza, le descansaban ahora brincando y contoneándose mientras la filar– mónica dejaba oír su voz de vieja. Apenas cesaba esparcíanse por los grupos del pórtico á provocar á los muchachos y hacerse convidar á sidra. Logra– ban que las siguiesen algunos y reanudábase el bai– le más alegre. Ellos se hastiaban pronto, y dejando cQlgadasá las parejas, volvían á la merienda y la cuba, hasta que, enardecidos por la bebida, allá, á última hora, como preámbulo del sabroso retorno por vericuetos y arboledas, prendíales la afición á la danza con exigencias de agarrarse, según las mo– das que los señoritos de la ciudad propagaban du– rante sus excursiones campestres. En la concurrencia predominaban los caseros del contorno; mas también solían mezclarse á ella no pocas veces algunos grupos de jayapolitanos: hor te– ras, escribientes del comercio ó de las oficinas pú– blicas, oficiales de taller, gente, por lo común, de abolengo aldeano, que durante los seis días de mo– nótona ocupación se entregaba al devaneo de bu– cólicas divagaciones. Mas al ponerse en contacto con los Iugarefios, súbitamente conscientes de super hombría, procuraban acentuar los rasgos que de aquéllos les diferenciaban, mostrándose más de la ciudad que en la ciudad misma. Y con ellos forma– ban cuerpo las criadas de servicio que venían á vi– sitar á sus hermanas, parientes y antiguas amigas, á las lavanderas y lecheras de la casa donde servían; y la sección, aun más señoril, de costurerillas, mo– distas y peinadoras, ilustradas por el género chico y el cinematógrafo, que buscaban coyuntura de no.– viazgos y convites, diversión de nuevo cufio y ma– nera de reírse á costa de las caseras. Eran las cuatro de la tarde, próximamente . Den-
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