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-52- asi las obras de los clásicos como la músital popular de· todos los paises.• Co11tic11tl'e 011111ts, y no se ora una moHa cuando el director de orquesta dió la señal para empezar el Concierto de Brucb. Esta obra, llena de inspiración, apa– sionada y dramMica en el primer tiempo, suave y melódica ~n el segundo, enér11:ica y de ritmo vigoroso en el último proporcionó como siempre un triun– fo á San1.sate, que lué aclamado con entusiasmo por lodo el público. Yo casi no me atrevía á aplaudir, pues, por español y amigo del artista, me parecía como que se trataba de algo personal; y de seguro la emoción que me embargaba no era semejante á la de cualquier otro espectador, atm el más impresionado. El coro de Schumann,cor. su viveza llena de gracia y su acento popular, volvió á unirme al Concierto, confundiendo con él mis aplausos á las señoras, seño– ritas y caballeros particulares que lo cantaban. Acto seguido volvió á presen– lsrse Sarasate y ésta vez. acompañado .al piano por Goldschmidt, tocó su Roma11:a andaluza y su 2.• Haba11tt·a. Y has de saber que estos sesudos germa– nos son muy sensibles· á los ritmos y cadencias peculiares de nuestra música popular, que como es de buena ley 1·esulla arlí~tica y halla el camino del sen– timiento, que no conoce idiomas ni latitudes. Verdad es que aquí nadie dice ¡!)[él ni ¡viva la gl'acia! aunque yo creo que lo dicen por dentro; pero aplaudie– ron y llamaron tantas veces á Sarasate, que este se decidió á locar una pieza no anunciada en el programa,y fué el gracioso Zapateado que lodos conocemos. El lín de fiesta era, como he dicho, nada menos que la Sinfonfa en do nitnor, de Beelhoven. ¡Qué cosas tienen estos alemanes! Guardan el plato de más resis-· lencia para el fin! A las nueve ya estábamos cenando en el hotel y con nosotros los indivi– duos del comité d~ la Sociedad de Ca11to, llenos de entusiasmo por el resultado del Concierto y deseosos de manifestarlo al héroe de la jornada que era Pablo Sarasate de Madrid (aus :!i/adrid), como decía el programa, personificando á España en su capital. Reinó en fa. cena la mayor cordialidad y alegría. Bu~n número de esbeltas botellas de Rhin dieron basta h1 última gols de su sangre, y hubo brindis y discursos cuya conclusión me causó gran sorpresa, pues en V¡!Z de decir ¡Jlica! ¡Hun•ali! ó algo equivalente, el grito es !Hoclt! ¡l1och! ¡hoclr! con la h fuertemente a~pirada y todos á un tiempo y de pié y levantando las copas en alto. Esta es la seil¡¡l de mayor expansión, de mayor entusiasmo y de más cariilo; así saludan á sus monarcas por la calle, así se expresan en las grandes ocasiones, y hay tal animación en sus ademanes y fisonomía al lanzar este grito, que impresionan al más indiferente,, El 26 del mismo més tenia anunciado Sarasate otro concierto en Tréver1s, á donde habla llegado con el Sr. Vazquez, eu In. tar– de del día anterior; vuelvo á dejar la. palabra á tn.n estimable tes– tigo: También daba concierto Sarasale en Tréveris aquella noche, y á las once de la mañana se debía hacer el en~ayo con la orquest..l en la sala del Casino, lugar designado para el espectáculo. Acudimos puntualmente, yo como curio– so y no queriendo perder ningún pormenor referente á música. El concierto se habla organizado por la iniciativa de una respetable señora, mujer del pri111e1· magistrado ó Presidente del lribunbl de Justicia, por lo cual la oí llamar siem– pre "la señora Presidenta., entusiasta por lodo cuanto loca al arle músico, é indiepensable apoyo para el éxito de cualquiera fiesta vocal ó instrumental que se celebra en Tré\'eris. Ella redbió á Sarasate y lo presentó al C•pl/lmtilltr Herrn Zingel, director de orquesls de la villa, y á \'arias seiioras re8pelables que venlan á oír el ensayo. Entre todas serían veintir.ustro ó treints, muy pocas jóvenes, y eran de oir las silenciosas muestras de entusiasmo, los ar~bamien­ los, las bocas sonrientes, los arc1ueamientos de cejas, las mútuas miradas y mo· vimientos de cabeza con que seguían la música, fascinadas por los sonidos del violin, y bajo el epc11nto de las apasionada5 frMes del Concierto de Mendelshon