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- <.b7- das las localidades eslaban vendidas, y a un veíanse á las puertas <lel teatro muchas personas que no habían pocliclo obtener billete. Un joven que acababa dP. comprará un espectador su entrada por el cuá– druplo del precio, iba á penetrar cuando una <lama le detuvo, pidiéndole que se lo vendiera. -Usted-le dijo-podrá encontrar otro; yo no puedo, como usted, dirigir- . me á todo el <1ue viene... El jo,·en, por galantel'ia accedió a l ruego, pero con gran dese5peración su– ya, no logró el segundo billete y queclóse s iu oír el concierto. Lleno de ira, aquella noche encaminóse á la estación y tomó el tren. ~~11 su mismo departamento entró un cnballero, de ~mos treinta ailos, moreno, de ros– tro inteligente y largas melenas. Llevaba á la mRno una caja de violín. El jo– ven examin(Jle con atención un rato, y luego dijo en español: - ¿Es usted Sarasale? -Servidor dP. usted- repuso el violiuista sorprendido de oír hablar su len· gua.-~ Y usted es español? - No seí'íor, alemán. Pero he vivido en Méjico muchos años... Trabóse entre los dos animada conversación. El desconocido ent Otto Golds– chmidt: refüió á Sarasate la his toria del billete, co11 lo que a<¡uel rió m1,1cho, y luego, simpatizando los dos rápidamente, contó al violinis ta episodios de su existencia en Méjico, cómo salvó í\ un hermano· de ser fusilndo por Porfirio Díaz en la revolución <le 1873, cómo su fami lia se había establecido en Ma– guncia... Al separar~e el e5paliol y el alemá!'l, eran los mejores amigo,;. Y Sarasale citó á Goldschmi<lt en Wiesbaclcn, donde pocos días después debía ciar otro concierto. Sarasate, á la sazón, vivía explotado por los empresarios; trabajaba mucho y ganaba poco. En Wiesbaden tocó por 500 francos; y lué tal su éxito que Wil– helm Jahn, el director ele l.i orquesh1, quiso conlrata rle ensegllida para un' se– gundo concierto. C!Jmo Sarasate no entendía el alemán, encargó á s u nuevo amigo Otlo que hablase con Jahn. -¿Qué ganancia podrán ustP.des tener si Sarasate toca mañana?-pregun- tó Otto á Jah11. - ¡Oh! Seguramente cuatro mil frnncos-repuso éste. - ¿Y si no toca? -No podré darconcierto. -Entonces déle usted la mitad de las ganancias; 2.000 francos. -Convenido. Desde entonces Goldschmidl acompañó á todas pa1·les á Sarasale, á pesar . ele :os obstáculos que Ja famil ia del alemán oponía. El fué quien propuso al violinista constituirse en empresa, ensayando este sistema el sig uienle mes de Abril, que Sarnsate tenía libre. Aceptada s u proposición, cuid6se el músico nada más que tle tocar donde Golclschmidl le contrataba; éste vigilabala parte admi– nistrativa del negocio, y al cabo del mes, con el mayor asombro, vió Sarasale que lrnúía ganado veinte mil francos, que antes no ganabaen seis meses, Y Sarasate rompió todos sus contratos y con Goldschmidl sólo ha conli– nu..<lo durante 32 , ños. Golclschmidl le acompaila a l piano, en lo que se ha J,echo una verdadera especinlidad; y esta es la razón por la que Goldschmidl contribuye siemp:·e co.1 Sarasate á la brillantez de las fiestas anuales de San Fermín. Jamás se ha rolo la armonía ent1·e los dos asociado3. Unidos ban recorrido el mundo entero, y unidos van sus nombres en la historia del arle. Del mérito artislico de Sarasate no es necesario hablar; es el primer violi– ;;ista contemporáneo. Y su compañero, además de ser un pianista excelente, ha realizado trabajos beneficiosos para la literatura española; entre otras obras,

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