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-44- debido al conocido escritor Pena y Gofii, del que entresaco los si– guientes párrafos: •su admirable maestría escitalla en todas parles férvido entusiasmo. En 1876 varios amigos de París animaban á Sarasate para que se diese á conocer á los alemanes; pero el ya célelire concertista vacilaba, se resistía á presentar– se ante un p1tblico que miraba con atúipalía sistemdtica lodi> cuaiúo proce<lía del pafs memigo. Cedió sin embargo: la concurrencia le acogió con entusiasta y uná– nime aplauso; pero Ja crítica fué severa y cayó sobre él censurándole por la elección de repertorio, y dejando transparentar la duda de que el concertista fuera apto para ejecutar música alemana, procediendo como procedía de país latino: y Sarasate salió al encuentro de la críliCll, interpretando á maravilla obras de maestro:; alemanes; pero mortificado por la injusticia de las preocu– paciones nacionales, había decidido volverse á París, cuando un editor de mú– sica de Leipzig, hombre perspicaz, asombrado del talento del violinista, ti– rando por la ventana prejuicios infundados, le proporcionó varios contratos y le obligó á detenerse en Alemania. "Habíase anunciado á la sazón en Viena un concierto de Hellmesberger, eminente violinista austriaco, Director, desde 1860, del Conservatorio, de aque– lla capital. Cayó súbitamente enfermo aquel señor y ofrccióse actoseguido y con urgencia el concierto á Sarasate. Aceptó; y sin reclamo alguno, modeslísima– mente según su costumbre, se presentó en el gran salón del Conservatorio de Viena, donde ejecutó la "Fantasía sobre motivos del Fausto,, con orquesta, y el "Nocturno de Chopin, con acompaiiamiento de piano. El éxito fué fabuloso. Sarasale obtuvo una serie de ovaciones tales como no se ·habían conocido en la capital de Austria jamás, ni con motivo alguno. Tuvo que pasearse de pal– co en palco, porque en lodos querían saludarle y abrazarle. Habiendo compare– cido ante aquel público sin pretensión alguna y sin preparación especial, el éxito había alcanzado tas proporciones de una revelación fulgurante. Al día si– guiente todos los periódicos publicaron su retrato; hu6o cerillas Sarasale, plu– mas Sarasate, jabones Sarasate; lodo Viena, del violinista tan sólo se ocupaba. Sarasale era el hombre de moda, el artista del día; lodo convergía hacia él: des– de entonces data su fama europea. Se le llamó el Pagaoini de nuestros días y las ofertas de contratos llovieron sobre él de un modo superabundante. -. Llegan en esa nación, y los recoje con más cuidado qúe en otros pueblos, la Corte, atenta siempre, los latidos del país en todas sus manifest.'1.c~ones; y llegaron también los ecos públicos á lo. impe– rial morada, desde la cual fué llama.do é invitado á dar una audi– ción el violinista discutido, pero al fin aclamado, por el sesudo pue- blo. · Aquél momento debió ser uno de los de mayor satisfacción de la vida artistica de Sarasa.te: el Palacio imperial quedó pa.ra siem– pre abierto á su persona, y Jos más calurosos elogios, reservados para solemnisimas ocasiones, le fueron prodigados por la imperial familia, ~n particular por la Emperatriz, que reservó duraµ te todo ei.t:esto de su vida, una afectuoslsima. amistad al artista portento– so, quien cuantas veces en lo sucesivo llegaba á Berlín, estaba obligado á repetir la visita, quedándole de ello numerosos recuer– dos, estimables tanto por su origen comO' por su valor. El obsequio que la Corte decidió dedicar á Sarasa.te en aquella ocasión, consislla en la Corona de Pl'Usia, clase 3.~ (que da el título de Caballero), mas al procederse inmediatamente á las formalida– des reglamentarias, se tropezó con el inconveniente de que no ha– biendo todavía cumplido los treinta y cuatro anos, la gracia impli– caba un quebrantamiento de los estatutos de aquella orden, tal vez

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