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XXXVI( á él por amistad muy antigua, casi cuando yo era un mozalbete y estuvimos en Cádiz á punto de hacernos pedazos, él, Otto y una de sus hermanas, por haberse desbocado los caballos de un carruaje en el que yo les acompall.aba en una expedición á Puerta de T ierra. El coche chocó contra un esquinazo de Ja fortificación y la hermana no se dejó allí un brazo por milagro; Sarasate que iba en el pescante, pues no hubo forma de lograr que ocupara el interior del coche. no sé cómo no lué despedido al choque. ¿Cree V. que se impresio· nó? ¡Quiá! ¡Como si hubiera bebido una calla de manzanilla! Recuerdo también que en aquella ocasión, en su primer concierto, no quiso tocar en sus violines, sino ea un magnífico Guarnerius que tiene mi padre. La última carta suya la recibí d año pasado en otoño, contestando á una mía ea la que le invitaba incondicionalmente á venir á inaugurar el Palacio del Círculo de Bellas Artes y me decfo. al 611al: -<Cómo quiere V. que este rascatripas dé un concierto en Madrid con el calor que allí hace? Los sudores, las cuerdas ....; en invierno disponga de mí.• E l mismo día de su muerte me ocurrió el siguiente caso extraño: de pronto me acordé de Sarasate y pensé: •El día que éste falte, qué no habrá que ha· cer á su memoria? Todo sería poco. Aquella misma noche leí en los periódi· cos el telegrama de su g r:\\'ísima enfermedad. Por cierto que no puedo por menos de lamentar que como siempre ocurre en nuestro país con los :<1rtistas, las esferas oficiales no hayan demostrado el menor sentimiento ni tomado acue1 do alguno. ¡Qué menos podían hacer las Cámaras que manifestar su sentimiento en Ja primera sesión celebrada al abrirse! Para Sarasate, el {mico, el más gra11de de todos los artistas del m1111dn, eso era poco. pero al fin era algo. Pero la representación de España ha permanecido muda ante la muerte del más grande hombre que España tenia, pues no por ser 1111 tocador de violín, 1111 rascatripas (como él decía) debió su muerte ser me· nos $entida oficialmente que Ja de un político (a). \' V. me perdone esta divagación: pero cC\mo creo que la pérdida de Sara· sate de bía haber conmovido algo más á España, me permito con V. este des· abogo, en la seguridad de que estará conforme conmigo al pensar que Sara· sate se acabó y que los espanoles no se b_an dado cuenta de lo que han perdido. Disponga etc. Salvado1· Vi11iegra.• •LES FÉTES DE SAINT FIRMIN Sonnez, cloches de Saint Firminl Pamplona ¡que ta joie éc\ate! Ton fils, don Pablo Sarasate, De son berceau natal a repris le cbemin. Pamplona, fleuron des Espagnes, Reine de ces fieres montagnes Ou resplre la liberte, Tes Enlants sont comme des chenesl (al Y esto heredando el Estado u1(Stradivarius y 100.000 francos. Tal vez los ingratos aludidos serán de los que suponían que Sarasate no era patrio· ta.¡ .... . ! (N. del A .'.

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