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--42 - cable: ese impulso pa.rtió simultáneo de todos los poderes, de todas las corporaciones y entidades, de todas las clases sociales, de todos Jos individuos. En el terreno de la música, observamos que en todos los boga.– res se rendía culto al divino arte; quo las solemnidades musicales eran frecuentes en los grandes centros do población; los crlticos se agitan y discuten con viveza en la prensa y en sus centros pro– pios, las escuelas y los géneros, y toda Ja infinita variedad de ft\c– tores que el arte de Orfeo hace jugar en sus conjuntos. Alcanz11ba por tanto la discusión acalorada al instrumento que nue;;tro com– patriota cultivó; y en tales circunstancias comparece en la rejuve– necida Germanía, sin más argumentos que su Stradivarius y su arco, el discutido Sarasate. Nada. de reclamos; nada de encomios periodfsticos, nada do pomposos cartelones, aun cuando probable– mente no se le oculta que hay predisposición ad rnrsa para su es– cuela., para su origen ó para ambiis circunstancias. No hay que decir si ante el espectro, se re~rude·!ieron las discu– siones acaloradas, á las que puso punto Ja audición del violinista cuya juventud, sencilla elegancia, distinguido porte, digno respeto y atilda.miento sin afectación, sentaron bien al selecto auditorio que hubo de reconocer, ante el sonido, el mecanismo y Ja expresión no conocidas ni sospechadas siquiera hasta aquel O)Omento, algo ex– tra.ordinario; PERO EL AMOR PROPIO G8RMANICOSE1.MPUSO Y AHOGÓ LA MANIFESTACIÓN EX'fERNA. · El Doctor Otto Neitzfll, en un hermoslsimo articulo acerca de Sarasa.te, (publicado en la Gaceta de Coloniti el 27 de Septiembre último y que me p;'oporciona Mr. Goldschm idt), ocupándose de aquel momento supremo en la carrera artlstica del violinista sin par, describe el suceso: en Berlín al iniciarse el invierno de 1876 en Ja casa editoril!.I de música de Herr Hugo BocR, se celebraban sesio– nes musicales de importancia tal, que el propio Rubinstein dió a.llf á conocer algunas de sus obras, más tarde aplaudidas en · an~bos hemisferios. A una de esas sesiones invitó Bock á varios músicos de recono– cida autoridad, enti·e estos al renombrado Ncitzel, que con Sara• sate recorrió más tarde toda Europa, y al que éste hizo venir el afio 1901 á. la Ciudad nativa. Se trataba aquella. noche de conocer un violinista. •frnnco-espa.nol•, un sefiorito vestido á la perfección, cuya frondosa. cabellera negra y brillantes ojos, no menos negros, delataban desde luego al hombre del Sur. Al orgullo germano basta– ra esto para ·adoptar una predisposición adversa. No h11>bla Seno– ras: los bt-'rlipeses crelan no necesitar otros violinistas que Joa– chfm (a) y Wilhelmy (b); la actitud berlinesa, r eflejo de J-a a ltivez (a) Joacblni, discípulo de Fernando David,nació en Kju~, cercade Preeaburgo,en 1831;recibió 10 cducaelón musical en Dresdt; i 10119 aiiot fue nombr..do maenro de ~oncierto1 en \Vehnar. dudo doodo pasó 4 aiioa más tarde 1 Ht.nnovu; á loa 38 aao1 entró 1 descmpei!t.r el ct.r¡o de Director del Conservatorio de Pari1. Su maoera de ll)e&r era noble 1 grt.odiosa; en la interpretaclóa de Bach, Mourt y Beetbo· vea, u:citó la mayor admiración, aitodo memorablo:s sus concierco1. Como profesor de mu1ic1 1cn6 de grao coasidcraclón. y como compositor se citan prtferen'em1tlt1, el wconeíerto bl1a1a· ro,. y la •Overtura de Ha.mlet. 19 (b) A.u¡¡••~ Wilhelmy, de Hu1lageo, discípulo del mlamo m&utro; dude 186~ se dedicó 1 vltjar y darcoociertoa, llam&odo la atención so. dominio violio(atlco, ea el que se la procl•1nó como uoo de lot m~orea artútu de AlemanÍA, clistinguiéndoH por tu brillantez y mecanismo como también por el sonido que orraneaba i ao. instrumento.

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