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- 38- ·Lato escribió expresamente para él y se la dedicó. A ese siguieron otroa y otros éicitos, unas veces al lado de Colonne, otras junto (l Lamoreux; con las obras de ~aiot Sa~ns ó de Mai:-Bruch, las de R11ff ó Beroffrd, aquí con las de Mozarl y Mendel$Suhn allá con lns ele Beeth, ,·en, Bach, y por fin con Tschat– kowki; porque es forzo~o reconocer que culli\'ó lodos los géneros, todas las e~cueltts, totlos los autores, 11alvó lodñ~ las dificult11dcs, ve.1ció todos los e~collos; y con la misma pel'fección y riC04il)ilidatf iulerprcl~ba el inmorl<tliz1ulo N()('tm·– "º ti• ('/w¡du, como 111 •S·r•1111/t1 111r/,,wólir.1~ " otrn1< innume 11ble~ 1•rotluccio. nes que él coloreó i11fiu1lt1<1 v"c~s cun ~n arle dehc.idi~inio, cual ningún otro." Alternaban con nqucllits audtcioncs los l?Studios clásicos y los sinfónicos. mt\s algunas cortas toul'l1ée11 ar tlsticas, hasta que llegó el instante de conceptuarse e11train, es decir en disponibilidad de poner á. prueba el plan preconcebido. Los que hemos conocido el absoluto dominio nrtfstico de que Sarasnte estaba en posesión cuantas veces se presentaba en público, fuese éste cual fuere, los que su.hemos cuan exigente era consigo mismo, el grado de per– fección con que aparcch\ en todos sus conciertos, podemos formar– ·nos ídea del cuídadoso esmero, de Ja su'nrn. de precaucioues y se– guridades que dentro de lo humanamente posible habría. a.copiado, al decidirse á comparecer anle la explendorosa. Alemanit\ al pro– mediar aquella década. Refiriéndose á esta época el Sr. D. Augusto M. Olmedílla, muy bien informado ha escrito Jo que sigue: "Fué por entonces cuando se dió á conocer en Europa enlera, logrando que ,su nombre circulase entre esclamaciones admirativas por totlas parles. Londres d()sde laprimeravez que leoyó,luédevolisimoy ent11sia~lasuyo,al exlremod1:que el gran público inglé3 no podía prescindir, cuando menos, de una tour11ú anual de Sarasate. Alemama;tan endiosada en m>1lerias musical es, no tuvo in– convenient~ en rendil' plirias al genio del gran navarro, cuyos conciertos en ·Leipzig hicieron época. Italia, sin temor de evocar el recuerdo de Pagaoini, re– conoció méritos superiores en nuestro incomparable compatriota. Viena q11edó subyugada oyéndole la maravillosa Sinfonfa espailol• , de Eduardo Lalo, que nadie como Sarasate supo ejec•ltar. Ydel mismo modo fué triunfando en San Pelesburgo, en Munich, en Varsovia;'para su genio no había fronteras; por todas parles paseó tl'iunfadora como airón flameante la enseila del arte musical, he– cha carne en el por providencial designio.,,
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