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-578- trarn. en agujas y detuvirrn su marcbu, el instante en que pudie– ran ver, no á Sarnsato virn, sino á una ctija ele roble que encerra– ba su cadáver. ¡Sarasatc cadáYer! Ya sus manos frías, yertas, rigidns, muer– tas, 110 volverán á toear el violín; ya SL'S dedos uo pu!sarán In~ cuerdas que electrizaron al mundo entero; ya su génio no se ncs mostrarh con In grandezii de los hombres eminentes. En aquella caja se encerraba un rndá\'er , un cuerpo helado por el frío de Ja muerte, la materia inanimada; los restos mortales del gran Sarasate. El silencio que domin¡tba en el andén era sepulcral, tétrico. Llegaba el instante supremo.... un silbido agudo y prolongado hiende los aires, y anuncin. In. proximidad del tren fúnebre. Ln farola de la locomotora c!ifunde sus rayes á ·10 largo de hi vla.... el silbido continúa lt\Stimr.ndo el corazón de los pamplone- ses... . Momento terrible, de ansiedad, de febrilidad: á medid:1. que el convoy se acercaba, sentíamos latir con más violencia nuestros corazones A impulsos de un sentimiento jamás conocido lrns:a c11- tonces en presencia de Sarasa te; el sentimienro de la t risteza, del pesar, del dolor. Esfuerzos sobrehuma11os teníamos que hacer entonces para clo– minarnos, para abogai' en i>ilcncio suspiros que pugnaban por sa.l· tarde nuestros pechos... el silencio, pero un silencio q ue causabn. paYor, el sileneio de la muerte se imponía con avasallador impe- rio. · Llegó el supremo inst·ante descrito en esta pincelada brevísima: el t-rcn con marcha pausada y majestuosa, entraba en agujas: el pt'olongado silbido de la locomotora cominuaba; ln banda del regi– miento de América ejecutaba, Ja marcha fúnebre de Obopin. Todos los circunstantes se descubrieron rcspetuosurue11te; las miradas de todos convergían cu el furgón de ctibezti, que abierttlS sus p uertas conducía el ataúd, cubier to de gr(l,11 número de coronas; cuatro blandones iluminaban el tétrico aspecto del interior del fur· gón, cuyas paredes estaban enlutndns: cinco amigos del finado ncompailaban 11.l cadáver: .Múgica, Znbalo, Urrizi1., :Mena y. el fiel criado Charles; el Ayuntamiento en Corporación con sus maceros, y el seiior Arvizu á 1,i cabeza, snHan al andén en el preciso u10- mento en que el furgón paraba freute ¡¡,In. pucr!:i. de salid<~. lle– gando asi al mismo tiempo á encontrarse el g rantle, el querido, el inolvidable, el inmortal, y su pueblo amado represcntndo en la Corporncíón municipat. El tren detuvo su marcha. El Alcalde D. Daniel Irnjo, el seDor Mena,, cuiíndo del finndo, Lecomte, Otto, y muchos ot ros amigos del finado cuyos nombres figuran en esta cloloros.i información, se apearon del tre n y c1imbia– ron saludos con las autoriclnde:; y comisiones que cspernbnn k•s r estos mortales de Pablo>. · (Eco !J Diario de Xm:arra ). El desce11so: •A Jos b1·evcs instantes empezó el descenso de las coronas que fueron colocadas sobre dos camionc:; enlutados: el ataúd fué tra:;·
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