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-573-· Las coronas eran á cua.l más lujosa, y todas llevaban ámplias ciutas con sentidas dedicatorias Unidas á las que ya vt>nían de Bíarrítz, y débílmentc ílnmina– das por los luces fun erarias que rodeaban el féretro, daban al inte– rior del furgón el mi\s severo aspecto. Completaban el luctuoso conjunto cortinas uegrns colocadas en ambas puertas del carruaje y en el iuterior, galoneadas de blanco. La multitud pugnabt~ por subir al furgón, á pesar de lo que en contrario trabajaban la policía y la guardia civil. encargadas de man tener el orden. Seguramente se hubiese llegado ií una involuntaria profana– ción, si no se adopta Ja prudente medida de cerrar las puertas bas– tante antes de partir el tren. Veiansc mud1os ojos llorosos, no siendo les hombres los más ajeuos á las incontenibles acometidas del llanto. · Infinidad de flores ,-oJvicron á inundar el furgón, y otras tantas lágrimas á cnbrir los rostros. . El matrimonio Goldschmidt, en lltrnto acrecido por estos home– najes, contestó á los amigos que les recomendaban serenidad: •¿Cómo no hemos de llomr, si le llevamos en el corazón, y Je debemos todo lo que somos?» Todo cuanto realce se dé á esta. información, resultará pálido junto al indescriptible acto realizado ayer por el pueblo de San Sebast.ián para expresar su dolor nnte el Ctidaver del inmortal Sa– rasa.te . Al arrancar el tren, la muititud se descubrió con el más fervo– roso recogimiento, mientras la orquesta de Arbós esparcia por el entristecido ambiente las nottls inspiradamente sentill'l'8ntales, dul– ces, elegiacas, de 1:t, marcha fún ebre de Chopin. Calcúlnse que en la estación habría reunidas más de ocho mil personas. . El recibimiento dispensado por los pamploneses á. su querido muerto, hal:lrá sido- no lo dudamos- más grandioso. Pero estén seguros de que nada hay más solemne, más artístico, más amoro– so y más culto, que lo que ba beeho San Sebastián al dar su últi– mo adios al cuerpo inauimado ciel primer violinista del mundo.• Comentando este conmove1or espectáculo El Dem6crcdct Na varro, se expresó, con el testimonio <le su conesp•JDsal, en esta forma: EN SAN SEBAS'l'IAN. "!Aqui fn é donde la manifestación de duelo revistió ca– racteres estupendos! ... El g ran andén de la estación de la beJla Baso estaba ocu– pado por una compacta masa l111nrnna, que, oscilante, daba á entender su impaciencia por ver los restos de aquel que tantas veces electri:-6 sus almas con los sonidos prodigiosos de su vio– lín incomparable. No se veían más que caras de cuerpos que, apretados los

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