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-572- bastián ha siclo descl'ito por el popular diario La Vuz de Gui· ¡mzcoa en los términos siguientes: •El paso del cadáver de Sarasate por nuestn\ estación ha constituido el acto más grandioso é imponente que San Sebastián ha visto. Podrán suprimirse detalles; en realidad todos quedan supedita– dos y obscurecidos por Jo soberbio que resultó el espectáculo ít que empezat!)OS á referirnos. Desde lns dos de la tiirde notábase en todas las calles de la po· blación un movimiento inusitado de gentes qu~ se dirigían A la es– tación del Norte. Era como una oleada humana, impelida hacia el paso del tren fúnebre por la fuerza del sentimiento hondo, del ca– riño grande que el gmn artista ha teni'lo consagr:vlo en los cora– zones de todos sus compatriotas. Franqueadas las puertas de la estación á todo el mundo, en po– co tiempo quedaron los andenes cuajados por una muchedumbre c;ue se lanzó al asalto de Jos puntos más elevados. Bancos, \'entanas y vagones, sostenían verdaderos racimos de personas. La pasarela de hierro que cruza por cnciuia de las ex– planaciones ferrov iarias, estaba interrumpida por una masn de cu– riosos estrechamente unida. La colonia 11avarra, que aquí es numerosisima, estaba alli presente, tod!i en pleno, para dar fe vi– va de sus intensos amores por el pobre muerto. Cuando paró el tren fúnebre, Ja manifestación quedó revestida de la más grande solemnidad. Los hombres se descubrieron. Las mujeres ofrecian sus rostros demudados por la impresión . Toda.s las ruiradas so dirigían con avidez emocionante á la segunda uni– dad del tren, dentro de la c,ual se encerrab:in los restos ,mortales de Sarasate. Descendieron del carruaje fúnebre los que iban dando carifiosa guardia al cadáver , y cientos de manos apretaron las suyas en una dolorosa fusión de sentimientos. El Orfeón Donostiarra y In. orquesta del Gran Cttsi no pudieron colocarse á duras penas en la pnrto del andén principal que daba casi frente al furgón donde iba el féretro. Ambas masas musicales, con la g1·ave y magistral ejecución de las obras que ya tenemos an unciadas, prestaban al lúgubre cuadro una severidad augusta. La estación estaba convertida en grandio– so templo. Retirando muy diflci!mente á Ja multitud apelotonada, pudieron ser conducidas al furgón del cadiiver las coronas aqul reunidas pa– ra depositarlas. Habían entregado estas coronas: La Colonia Navarra. El Conservatorio de l\iadrid. La Orquesta del Gran Casino. La Administración del mismo establecimien to. . La notable arpista seüorita Pilar Michelena, y va1·ias más cuyo origen desconocemos; y por fin Don Modesto Utray, amigo de Sa· rasate, que siendo concejal de Pamplona propuso se declarara á Sarnsate Hijo Predilecto de aquella capital, y se pusiera su nom– bre a.l paseo que antes se llamaba de Valencia.

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