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- 85- pero no sin cumplir con ellos los rudimentario¡ deberes de Ja cor– tesía y de la gratitud, que jamás esl uvieron en su corazón menos arrn.igados que en su inteligencia el talento artístico tan brillante– mente evidenciado. Emper o, la. guerrn franco-n.loma.na. duraba toda.vía; el asedio de París se hallaba es1ablecido, y aunque Sa.rnsate intentó penetrar en la capital sitiada, el r igorismo militar de los sitiadores fué insu– perable obstáculo á. la realización de sus deseos. y cuando concer– tado el armisticio, después dri 105 días de aislamiento con el mundo y de 31 de bombardeo, París abrió sus puortas al amanecer del mes de Febrero, libre ya de l os horrores del incendio, penet1·ó en la desolada ciudf\d nuestro animoso joven, y su alma experimentó una de las más horribles convulsiones, enter ándose con profunda. pena de que n.quellos sus padres n.doptivos, ambos ancianos, hablan sucumbido durante la espantosa tragedia. Seca la. fuente de aquellos puros amores y se1iento su espfritu de tiernas afecciones, habl'fa en el acto encaminado sus pasos ace– l erados hacia 111> pntriii amada, donde ahiertos los brazos le espera– ban amados ser es; emper o compromisos adquiridos en los dlas in· media.tos al desembarco, le limitaban de tal suerte el tiempo dis– ponible, que no era. posible permanecer eon cal ma al lado de los suyos; hubo en consecuencia de marchar á Inglaterrn, donde sus famosos cu:\rtetos pasaron algunos meses deleitando aquellos pú· blicos que conservaban toduvla frc:sco el recuerdo de 1861, y fun– rJadamente suponlan qne hecho hombre el j ovencito conocido en los conciertos del Palacio <le Cristal, sel'ian yn. mucho más de esti– mar y aplaudir .sus progr~os \"iolinisticos. Pudo al fin, r eunida una rcscrv;\ pecuniaria que le permitiese realizar la. anhelada visita, dirigirse en In primavera del afio 1872 á Espalin.. donde decepciones también le esperaban, no ya en el se– no de la fomi lia, pero sí en el do la patria cubierta de infortunios, á l a cual contempló des)\'nrrado. por las ambiciones poUticas y Ju· chas fratricidas; espectáculo desconsolador quo le amargó cruel– mente y que describia con tintas sombrías en sus conversaciones de allos más cerctinos, especialmente-lits dificultades que hubo de vencer y pel igros que afrontó, para r ecorr er In. distancia que me– dia entre Tolosn. y Pamplona, distancia que hubo de St\lvar por Be– telu, Lecumberri é Irurzun, no sin escuchar el silbido de las bt~las que, equivocando su condición, le dedicaron los voluntarios del Pretendiente. Tales circunstancias no eran las más propicias para. que por entonces se realizara fiesta. pública musical alguna; en mis recuer· dos de la niñez no encuentro rastro alguno de ello, ni en la memo– ria de los Mcianos á quienes be interr ogado sobre el particular hay más que una vaga r cminiscenci:t de que en Jos salones de la opulenta. familia de Ribed (número 7 actual de la plaza del Casti– llo), se celebraron algunas veladas, en las que Sarasa.te dió á co– nocer sus grandes facultades y evidenció sus notorios progresos, haciendo olr lo m1\s selecto de su repertori!> de entonces, ante las más distinguidas familias de Pamplona.. Cumplido aqnel deber familiar y conceptuando la situación ad– yersa á sus propósitos de practicar una tournée á través de Espa.-

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