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-567- é iutensn. do1ninó i\ todos. D.>n Pa.'>lo de'Jió sontil· en aquellos mi– nutos tanto como en su vida entern, C)n haber sido la suytl. vidn. de singulares emociones . ' La apotéosis aquella, aún vive en el corazón y en la memoria como suc•.so acaecido ayer; fué la ovación final, hermosa, carillo: s!sima, grande, que Pamploua podía tributará su Sl \rasn.te amado, ti su •hijopredilecto., que ostentaba ese titulo antes que oficialmen– te le fnes~ di;;cernido por el Ayuntamiento de la ciudad. El buen pueblo de i\fodrid, al contemplar en helada tarde de Enero, entre lágrimas de nieve que el cielo enviaba y lágrimas que brotaban del alma, el paso del cadaver del inmortal Gayari·e, hizo en fórmula heróica y feliz su protesta ante la muerte del génio. Ahora, como entonces, el dolor intenso de los pamploneses, de los navarros, de los espnflolcs todos, por la pérdida del glorioso Sarasa.te, sólo puede hnllnr una fórmuln. digno. del inmenso artista: ¡Sarasate hn muerto! ¡¡Viva Sarasatel! Javier Arvizu y Gol'l·iz. • La noticia oficial de la terrible desventura se recibió tem– prano en el Ayuntamiento, por medio del siguiente teleg;l'ama <lirigido al Sr. Alcalde Presidente: ·Biarritz 21 Septiembre it las 7,25. Con grandlsimo dolor hemos visto expira.1· á nuestro grande Sarnsate. Otto y Bel'/a.• Ln noticia oe difundió con la rapidez de la chispa eléctri– ca; el gentío se aglomeró ante las redacciones de los periódi– cos locales; en el semblante de todos los pamploneses apareció el sello de dolor profundo. Día de luto y amargura, precurso1· de ot1·os muchos amar– gos y dolorosos. Pamplona no esperaba otro consuelo que la participación del Universo en la honda pena que nos embar– gaba. A las 7 de la tarde del lnnes 21, se celebró sesión extraor– :.linaria en el Municipio, convocada por el Sr. Arvizn, Alcalde nccidental, quien empezó pronunciando una sentidísima nec1·0- logía del Hijo Predilecto cuya muerte ha sobrecogido de pena á la cindad nativa del artista egregio. Dió cuenta de que contando ciertamente con el beneplácito de sus compaí'íeros d~ Corporación, desde el momento en que tuvo noticia de la pérdida incomparable que Pamplona llora, había ordenado la colocación de colgaduras enlutadas en to– dos los edificios municipales; y además en la Casa Consisto– rial, la!> banderas, (enlutnd11 de rigor In del Ayuntamiento.)

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