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-566- la. Divina Providencia tenia. reservada A Pablo en su pueblo natal y en el mundo todo. Nada de extra.no tiene, pues. que el pueblo que amó e<>n delirio á. su esclarecido hijo, tenga lágrimas en los ojos y palnbras de duelo en los labios, para deplora!' la muerte de quien llevó en alns de la fama por todo el mundo arilstico, el nombre de In ciudad gue le vió nacer. • P or su parte, El Dem6crata, ent1·e oti·os interesantes escritos publicó los siguientes: •El rey del violln, lejos de su nido, do su solar nativo, ba caído al golpe a.leve de la impla deidad de los sepulcros; sus trinos yii no seran el deleite de los pamploneses ni el regocijo de loe oyentes; ni el teatro Onyarre, en el cual están tibins las huellas de su paso, sentirá palpitar el esplritu del genio eclipsado, ni el estruendo de su querido é idolatrado público, ébrio de entusiasmo, entregado A los transportes del júbilo y de lt\ alegria. La patria que hoy llora al artista egregio, lo aclamt\ al mismo tiempo como á una de sus glorias m1\s brillantes y legitimas. Fueron las últimas palabras de nuestro gran inmortal una afir– mación soberana y rotunda de su vidti entera; en ellas condensó sus deseos, sus memorias y sus amores; cerca ya de la última hora hizo algunas flexiones con los dedos de la mano izquiel'da y aho– gadameute exclamó: -¡Aún puedo!- ~Comprendeis la belleza de esta frase? En ella se sintetiza su amor de nrtista, su ilusión de músico, su vocación; su vida toda. En ella brilla su voluntad que ni aún ante la muerte se dobló; en elln palpita la sombra de la muerte y al decir ¡aún puedo! parece decir ¡pronto no podré!. . ! . . . . . . . . . . . ¡Muerto en plena gloria, en ll\ exaltación espléndida y lumino– sa. de sus triunfos, sin tener que asi!ltir al horrible tormento de la propia decadencia., muerto en pié, con el arco en la mano, llenn el alma de sublimes concepciones y el corazón henchido de g't·andes sentimientos.! La gloria, que da sus favores como el Moloch fenicio, á cnmbio de sangre y de dolor, enamorada de nuestl'o gran artista, se le en– tregó rendida y subyugada poi' su génio • . Gai·cia Landa. SARASATE HA MUERTO. c¡¡Ha muerto!! ¡Qué amarga realidad! Ayer, Pamplona entero, en holocausto debido al artista colosal y al paisano amado, celebraba su •dla de Sarasa.te• con notas de apotéosis y ardores de pasión tan exaltada co1&0 justa. En ese tea– tro que lleva el nombre inmortal de otro génio, del inolvidable Julián Gayarre, se congregaba todo Jo más saliente y significado para rendir á. Sarasate aquel tributo singular de admil'ación y de carilio. Las lá.¡rimas empana.ron muchos ojos, y la emoción honda.
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