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-560- del violín ha embelesado a l mundo con el incomparable tono de su ejecución, con su fudgo espafiol, y con su facilidad que dejabu. ató– nitos á todos. A su intensa devoción á la músiC•\ unía. una agilidad de espí– r itu que le permitía ver el lado bumorlstico de las cosas y compla– cerse en él. Aunque no se casó, sabía ser galante Mil el bello sexo: en una noche de nie, es emu ló la acción de Sir Wiilter Raleigh, co– locando sus cuadernos de músiC<\ eu linea, para for mar sobre la uieve, basta la puerta de una sa.la de conciertos de Glasgow, una senda por donde pasara Berta l\farx. • Aqui un grupo de navarros hemos recordarlo con inmensa tris– teza. las entradas triun fales de Su.rasttte en Pamplona, cuando vol– via de todos los ángulos de la tierra cargado de todas las coronas de la gloria artística, y hemos recordado los concier tos de San Fermin y, asociándonos a l duelo de Pamplona, hemos enviado un tclegranrn. de pésame, que firmó nuestro amigo Daniel Arraiza. Y tú, P1tmplona querida, cuando lleguen, porque ha n de llegar Yelocísimos, los días ardientes de Julio, no e.~peres ya á Sarasate, porq ue no irá; no mires á su pako, porque no estará en él; no le aguarrles en P.I escenario, porque ya no ha de St\!ir. Tal vez abom, en el espasmo del dolor, 110 te per!luades bien de que ha muerto, y de que g imiendo por los a ires, va er rante, los ojos en lágrimas, envuelta en negros crespones, la Musa de las a rmonías. tf rad!ie.,, Londres 25·9-08 La Con espondencia de Espaí'ía in1:>ert6 el despacho si– guiente: •No be sido yo de los menos sorprendidos-drcia el correspon– s1,1,J-; hace pocos dins bab!é con él de sus campafins artlsticns, do su descanso veraniego, de lo que embargaha sus amores; y claro está que en este órden el nombre de Pamplorrn. se alzaba pujante en lo mejor de sus recuerdos. •La última Yez-me decía - experimenté la impresión más gm– ta de mi vida , aunque me creít\ hecho á !ns emociones de mi pue· blo; pero en las fiestas de este ano, el delirio de mis paisanos llegó á tér minos que me nrra11ca.ron muchas lágrimas . Parecían obsti1m– dos e11 corrc~í r la phina á los z1iragozanos, qu') en Mayo me reci– bieron también en triunfo. • Y el a r tista al Imbiar asi, se mostrnbn rejuvenecido, como si el aplauso de los suyos, de los coter ráneos, do los espanoles en gene– ral, tuviese par1\ ól precio har to mús subido que las ovaciones miís deliran tes escuchadas en los mayores centros de cultumcie Buropa y Améric1~. Hablómo luego de cómo pensaba iw mentar eu adelante el Mu– seo que con sus n.lhl\jas y objetos de a r te tiene bajo custodia.el Mu– nicipio pamplonés , y de sus proyectes a r tísticos para el por venir; y de su plácido reposo en la linda fi nca •Villa. N1war ra., en cuyo interior un:i re.finada coqueteri:I., un gusto supremo, denotaban l:i p resencill. de un a r tista incompamblc.

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