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- 550- oyeron cuando el Hijo de Dios consumó la humana Redención en la cumbre del Gólgota. * * * Del rígido cuerpo brota sutil é impalpable, albo cendal, té– nue n nbf:cilla que salpicada de infinitos y brillantes puntos, as– ciende lentamente por el espacio, navegando con rumbo fijo y seguro: se percibe con claridad el contorno límpido de la viajera misteriosa: .circúndanla otras pequeñas y como ella vaporo– sas, que á la tierra envían aromas embriagadores y h'as de sí dejan lumínicns huellas. Escucha la comitiva 1(1gubres lamentaciones, dolientes acordes de terrenal orquesta que entona funeraria despedida: ¡E§ el adios del Al'le! Es la marcha de Chopín!. * * * De las regiones siderales á que se acercan los viajeros es– píritus, surge de pronto indescriptible torrente de cántigas an– gélicas: se aproxima el fin de la jornada, y allá de lo más alto, otros acordes armoniosos, entonados por sobrenaturales orques– tas, emanan, y eu la tierra se perciben: ¡Es la biem•enida del Arte! ¡Es el nocturno de Chopí11! ¡Es...... el Ji imno de Sarasate en los cfolos!. --- -•O•---- Al ocuparnos del ocaso de aquella existencia preciada, y reconstituir los datos que para este tristísimo capítulo tenía– mos dispuestos, el pulso tiembla agitado, un nudo de dolor oprime la garganta, los ojos pugnan por ahuyentar las lágri– mas y el cerebro flaquea para coordinar ideas¡ la mano y la vista, la palabra y la imaginación, se resisten primero y se nie– gan por fin á la voluntad, forzándonos á buscar espíritu más animoso que llene este hueco. Nadie con más competencia q11e el meritísimo Presidente de la Sociedad Santa Cecilia, Don Alberto Huarte, íntimo de Don Pablo Sarasate¡ nada con más oportunidad que la con– movedora carta dirigida en 28 de Septiembre por Huarte á su hermano Manuel, también artista preclaro, residente en Cons– tantinopla. Recomiendo ese inter esante documento, no á la be– nevolencia, que no la ha menester, pero sí á la atención del lector¡ hay que deletrear esa transcripción para deducir entre oti·as consecuencias que nuestro idolatrado Don Pablo era todo un valiente de piés á cabeza, puesto que vivía con· vencido de su fin próximo, del inevitable término y á corto

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