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- 5!9- - -·:..-- RGVGRÍ E . "Aun ¡J1tedo;-., exclama con serenidad y satisfaccióu un no– bilísimo caballero postrado en rico lecho: "lllm puedo,, y al articnlar esas dos palabras 1no,·ía acompasados los finos dedos de su izq\lierda mano, cllnl si empuñando su mari\\·illoso Stra– divari11s, oprimiern. alternati1·amente en aquellos inst:mtes las cuatro cuerdas del laud misterioso de Cremona. A poco la mimda se torna suplicante; aquellos hermosos ojos negros empiezan á pe1·der sn cristalino brillo; el vigoroso semblante palidece·; In hcrct'tlea musculatura depone su euer– gfa. E l Ministro de Dios al acndir ÍL la píados>1 llamada, invade la estancia con los efül\·ios <lel misticismo y del recogimiento; los dulces y confortadores acentos de aquellas frases de fé, de esperanza y de carilad, con qne evoca al Rey de la Creación, en demandn de Su Misericordia y Bondad infinitas, f.:strcme– ccn los cornzoncs, y con las suplicantes miradas dirigidas al cielo en manifestnción de amor, suben hasta el Divino T1·.rno las tiernas y conmovedor;1s pleg;1rias de un espíritu que, obedien– te y sumiso se dispone á emig rnr con rnmbo á regio11c>s eter– namente venturnsas. * * * Ya el Sol caminando hacia Poniente! ha p~egado el lumi– noso manto, la carmínea estela, que momentos antes tendie1·a sobre el mar inrucnso. Ya las olas ?.e enc1·espan 1 y el pavor de la noche con sus bramidos. acrecientan, al estallar incesantes y con violencia despedazarse eu los acantilados de la playa. Ya la naturnleza tiembla~ ábrense las eólicas cavernas, y violento, y at.ropelladi>r, y rngiente, el huracán desgaja las se– c11lares encinas, arrastrandu consigo cuanto se opone á sn ca– rrera vertig inosa y desenfrenada. Ya la chispa eléctricn ilumina con sus centelleos deslum– b radores aquella confusión; y el impetuoso, ébrio torbellino, acrece su fragor con los estampidos del trueno qne, difundien– do el espanto, los ecos de las breñas repiten y centuplican. ¡Plañido dolor de la creación, amargo quejido del Univer– so que idénticos gemidos exhalara al expirar Mozart y Beet– hoven! ¡Rugidos de la Naturaleza que en primer término se
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