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- 548- sall11dor 11rtista que por ;:;11 patria sintió pasión tan g rande, del que por nosotros tuvo debilidad y delirio sin igual, del que hi– zo d<:: sn Pamplona el blanco de sus amores y á sus paisanos los depositarios de sus aclamaciones, de sus victorias y de su cuerpo inanimado para siempre...... . De una m11nera irremediable y prevista por la ciencia, el enfermo hubo de rendirse ante la invencible tenacidad del mal¡ la lnz del Domingo 20 de Septiembre de 1908 fué la últ.ima qne iluminaron aquellos ojos¡ los últimos rayos de aquel dfa fatal, al llegar á su ocaso el Rey de los astros, determinaron también el ocaso del Rey d el violín, del grande astro del arte. A las 8 horas y quince minutos de aquella noche, cuan– do todavía por Occidente se divisaban rojizos y tendidos sob re las agitadas aguns del mar inmenso los final es destellos del Sol, otro Sol, también deslnmbraclor, Pablo Sarasate, empren– día el vi<1je eterno, á cuyo final el Dios de las misericordias haya querido acogerle en su mansión infinitamente ventllrosa. Sin un gesto, ni sacudida¡ sin estremecimiento ni contor– sión, sin un suspiro ni una queja, da el postrer 11liento, al que acompañan las oraciones del Sacerdote, mezcladas con los so– llozos comprimidos de los circunstantes y el rocial' ele agua benditn aquel ya inanimado rostro. Y como la humanidacl callara en aquellos instantes su– premos, anonadada en su duelo, la naturaleza habló su gran– clroso leng uaje, y el frag'Ol' del trneno q ne el eco repetía de trecho en trecho alternando con los relámpagos deslumbrado– res, suplió con superior elocuencia la amargura de los hom– bres, desde entonces depositarios del yerto despojo, del cuer– po inerte en que se albergó una alma p1frilegiada, con escep– cionales facultades dotada por el Autor de todo lo crnado. Vencid11, la vol untad y mnniatado el cariño, sin otro recur– so la amistad que los sollozos, sin m<~S poder que las 11\grimas el amor , ni más fuerzas la admiración que para elevnr al cielo la. irngustiosa rr:irada, ante la victoria ele la fatn.lidad, el triunfo del infortunio y la impotencia clel saber humano para salviu· aq11ella existencia, prorrogando los designios de la. Divinidad, el templo del ::irte se cubría de luto y se anublaban las glorias terrenas del que las trompetas de la. fama habían proclamado como gran campeón en el arte m<Ís sublime, único que tiene vida. en las regiones siderales y i;rntfomos i11Yadida nu estra alma por las tortnrns del dolor y las angustias d e la crneldad, infinitamente más poderofas que las volnptuosidades del placer gozado b11jo el inflnjo del sé1· amado yacente en su mortuorio lecho.
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