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-547- Restituídos sin pél'dida de tiempo al lado del enfermo, ya que el matrimonio Goldschmidt, pal'a no tl'ansmiti1· su preocu– pación á los demás, había reducido al mínimnm el rendez-vous ante la de Mt'. Blazy acerca del estado de aqueli la nueva con– sulta celebrada entre cuatl'o y cinco <le la tal'de se 'con– densó en fatales augurios y la ciencia, comenzando á reconocer infel'iores sus armas al mal qne pretendía combatir, hubo de batirse en retirada, concl'etándose á suministrar al paciente pe– queñas dósis de champagne é inyecciones de cafeína, de las que no se dió cuenta éste, si bien luego reanimó hasta el pun– to de levantarse algunas veces pnra necesidades menores, ha– blando en español con !'U Secl'etario y en francés con sn cria– do Charles, pruebas ambas de lucidez completa en su imagina– ción. A la catástl'ofe, ya inevitable ha~e !'elaciónla carta siguien– te, cuyo origen, pormenores y contenido reclaman su inser– ción en este lugar: «Biarritz 20 Septiembre 1908. Querido Huarte: Rodeado por Berta, Mezquita, Dr. Rlazy, Charles y por mí, exhaló nuestro querido Pablo su último suspiro A las ocho ~' cunrto, Domingo, habiendo recibido los últimos S!l.– cmme11tos por el cura de SM Carlos. Desde hace dos días y medio guardaba cam11., y sol!l.mente esta tarde se agravó de manera de asustarnos. Telegrafié á Zaragoza y l\fadri j que estaba grave– mente enfermo. Ahora tengo el dolor de escribir, llorando, Jos te– legramas con la fatal noticia. El mundo ha perdido la más grande personnlidad artística, y lloraremos toda la vida con nuestra pobre Pamplona, al mejor amigo que nos cupo á Berta y á mi la suerte de encontrar, y de pasar con él más de la mitad de nuestrn. vida. Sufrió solo de axfisia. Dolor no tuvo ninguno. Desc.inse en paz. Telcgrnfio al alcalde Sr. !rujo. Matlaua temprano vamos á proce– der al embalsamamiento, y no tiene duda que dispondria se haga el entierro en Pamplona. Esto lo sabremos por el Notario de Paris. Son las 10 y nos vamos al telégrafo. Su pobre amigo, Otto.,. El pensamiento se atora dentro del cerebro, y en lucha con el dolor las ideas se despedazan, perdiendo hasta su propia configuración y al i:1tentin s::tlir de su origen no expresan en manera alguna las impresiones qne las dan vida menguada. Las torturns del corazón, las sensaciones del alma, se agolpan en el pecho, y tan solo es posible darse cuenta de sn bullir, re– nunciando forzosamente á lograr su manifestación, para que, nnidos nuestros latidos llomsen la pérdida definitiva del ava-

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