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-31- ya desde Europa; n.lguien le ba acus~ido de ingratitud para con Don Ignacio Garcla y los Sres de Lussabathie. Respec:to 1d supuesto primero, no le doy asenso porque ni ngún indicio lo autoriza ni el nombre del incóguito condisclpulo se reve– la eu uno siquiera. de los pasajes consultados; y además está com– probado que esta expedición comenzó por la América Septentrio– nn.l, y si más tn.rde se hizo extensi\'lt á las Repúblicas y Estados Sud-americanos, fué por circunstancias del momento y de todo p , nto impre1·islas. La segu ndn. hipótesis, tampoco t:s exa(!ta, como obser vará el l ector en las páginas sucesivas. Y eu cuanto a la íteusación de ingratitud, no sólo In. rechazo por inexacta, si que también por ofensiva; desconoció en absoluto el alma. de Pablo Snrasatc, quien tal monstruosidad ha estampado; Ja vida enteru.dc aquel tan admirable hombre como portentoso ar– tista, está saturad!t de testi monios de su gran comzón y Mbilísi– mos sentimientos, il. tal punto que no hay riesgo e11 t•flrmar fué ori– gen de su alto patriotismo, de su sin par desprendimiento, de su grande amor á los pobres y de sn caridad ilimitada, la llama de su rcconocimicn to, lle su gratitud pr ofunda y arrnigadn. para. cuan– tos, ni tes y bajos, en cualesquiera forrnit, Je hablan n.yudado á su– bir y le habían prestado medios y elementos mn.teriales y didácti– cos 1)1\rn llegará la a.ltura inaccesible que alcanzó antes de la mi- tad de su existencia.. · Avistado en New-Yorkcon Strakoscb, el asombro do éste uo tuvo llmi~es:-¿cómo V. nquU..... y sin reclamo..... sin prepara– ción .... ¿quién Je traei'... La perspicacia mercantil vislumbró una competenci1i ruinosa, pero Pablo le tranquilizó, ofrec:éndose á tocar donde, cuando y cómo se le dcsigmtra. Strakoscb, empleando ardid propio del ofi– cio, pidió un bre\·e plazo, y aquel mismo día, enfermó el violiuis!a J. P., anteriormente escriturado. La entrevista segunda de Sar asate (;On su futuro empresario ha sido relatada por el Sr. Martlnez Olmedilla en estos tér minos: "La oferta de Sarasate fué bien acogida, pues al empa·esario no le era des– ronocido el apellido del joven naval'ro, cuyos éxitos en el Consea·valorio de Pa– rís, tuvieron virtualidad suficiente para ¡,travesar el Océano. Solo hubo de ha– cer una objeción, reveladora de cierta desconfianza: - Advierto á V. que el violinista, con quien contaba, es hombre de mérito excepcional: toca mucho; y yo no sé si V. se atreverá con algún nún.ero do los programas que ya tengri anunciados..... El orgullo profesional del joven artista se sintió herido al escuchar tal sig– no de suspicacia; y sacudiendo su melena leonina, replicó súbitamente y con severísimo talante: -Puede V. ampliar el anuncio, asegurando que Pablo Sarasale toca lodo, absolutamente lodo lo que pued11 locar olro en el violín. Llegó el día del concierto, y en medio de la general especlación, elgran ar– tista ocupo su puesto y comen~ó á ejecutar la primera obra. l!:I público subyu– gado, ni á respirar se Alrevía; y al concluir la pieza, la ovación fué da las que forman época en la vida de un artista: SArasate respiró lranquilo: no le habían engañado sus propias apreciaciones. El empresario se frotaba las mallos de gusto. Aquel hombre era una mina de oro.,,

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