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-510- Cll la vejez, sino en la edad de los impulsos generosos y que por tacaños sentimieutos se negase á dar al arte' un puñado de Yiolinistas de su fuste? ¿Porqué Gayarre. no enseñó á c.antar como él mismo can– taba? Porqne hubieran sus discípu los ante todo necesitado te– ner su voz. 811 roz: El clo11 dfri110. Pues ese mismo don divino de cautar como Sarasate can– tt.ba con las cuerdas ele su violín, hnbien\ faltado ~í los discí– pulos de D. Pablo; sin que se me pueda objetar. que las cuer– das del gran tenor eran obra de la naturaleza y las del violi– nista insuperado lo eran <le la industria; porque el manejo ele est<ls es consecnencia de obra 11atural, mejor dicho de obrn. divina, según tengo ya: demostrado. · Tampoco fu é el ansia <le fortuna. esperada obtener en la.s audiciones públicas, porque fortuna grande y sin más trnbajo que doblegarse á las proposiciones de sn Mecenas Don Ig·na– cio García, le brindaba éste; y fortuna cómodaru·~nte aclquiri-· da le brindaban los Sres. de Lassabathie, s'i se acomodaba á las aspiraciones de éstos, que, 00010 l!is de aquel, no eran otras que las d~l Profesorndo. Del proverbio latino "Nemo dat quod non habet.,, no se clesprenrle el recíproco; y convencido en sn fuero interno de qne sus facultades eran intrasmisibles, optó (yo creeré que con pe– nn) por ser un ejec\ltnntc, y los hechos le han dado plenamen– te la razón. Por lo demás, el hecho de haber dictado quince aílos antes ele su muerte, aquellas admirables disposiciones testamentarias en que tan elocuentemente se testifica su amor a.l arte músico, y tt111 generosamente se procura su difusión y perfecciona– miento, evidenci,'l.n del modo más conclnyente S\IS hondas preocupaciones en pró de la enseiinnza del arte de los dioses, y vehementes de~~os. ¡Cuántos que pudieran y debieran hacer más en este sen– tido uo lo han hecho!; y sin embargo, á nadie se le ha ocurri– do censm:arlos: ¡como qlle hubiera sido ele mal gusto!
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