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-496- manifestaciones de la perfección artística. Vuestro mecanismo n<>– Yisimo, la pureza del sonido incomparable, la unificación del a rco y los dedos, Ja exactitud irreprochable, la igualdad sin precedentes Yuestra seguridad, vuestra finura, son cualidades proverbiales Cllitndo se h:ibla de V. Pero yo puedo agregará lodo eso, con mi propio testimonio, la calma, la posesión de si mismo, la serenidad, tan raras de que habéis dado pnv~ba con el conciel'to de iliackenzie; el chic deslumbrador, fa, poesía l'ibrante con que V.· ha di\·inízado la Sinfonía espanola de Lalo; vuestra maestría en «~\Tavan·a• ; y el encanto exquisito con q ue ha. inte rpretado V. á Cbopin!!! En cuan– to á sus • Aires espail.oles., sobrepujan en riqueza, orig inalidad é irreprochable asimilMión ít cuanto yo he podido escuch:ir. EL nl– ma de hi patria canttt en ellos; y en ella V. se inspirti. iY decirquc yo ful celoso en otros tiempos ele los primeros pasos de V.! ¿Quién hubier:l. previsto tan g ra.nclioso resultado? Mi querido Sarasate, mi antiguo condiscípulo: sois un Maestl'Ct– zo; os saludo admil·ándoos Vuestro affmo. A. Vicentiui.• (a.) Del •Diarfo de Nava1·i·a. • (~J Septiembre 1908.) EL ENIGMA SARASA TE~ Todos los periódicos de Londres consagran hoy una columna entera á Pablo Sarasate. De ningún otro espaflol contemporáneo escribirlün otro tanto e l día de su muerte. E r11 el más a lto presti– g io espal1ol fuera de las fronteras. Y lo merecía. Ning ún otro es– pailol de nuestro tiempo ha llegado en su ofi cio á dnnde Sarasa.te llegó en el suyo. Lo que se d ice en estas necrologías periodísticas no cogerla de nuevo á los lectores españoles, porque ya se habla dicho otro tan– to en Espaiía. Hay e11 ell<'\S algunas contrndicciones; unos dicen que el a r te de Sarasa.te era. romántico y apasionado; otros lo cali– fican ele clásico y seguro. Tocios rec.onoce11 que ningún violinist•• lrn hecho sonar su instrumento con dulzura más perfecta y encan– tadora, ni destacado las notas con más pur:\ limpieza. En estos dos puntos la supremacía del violinistn na\' atTO ha sido indiscuti– ble . E ra un ngalo el oírle: nadie le ha s uperado en el arte de aca– ricia r sensun.lmente el oído del público. El son ido incomparable de su violln fué un don que no le costó ning ún esfuerzo. Lo tuvo porque sí. Ni lo aprendió en ninguna es– cuela, ni Jo ha transmitido tampoco á ninguno de los viol inistas que le suceden. La limpieza ele sus notas fué en parte don nn.tural, (a.) Dlscipulo del Cons.en·atorio de P"ris, eon Sarn11'te; \'Jolh1ist::i. notable y Din:ctor de'°" Opera Cómica de P~r.s.

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