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-492- ¡La naturnleZt\ le hn,bhiotorgado ttinta. facilid1id .. ... ! •En mi primera visita, cuando adoptó mi concierto pfl.rn e;;tre– narlo en Birminghan el a.iio 1885, su lectura á primem vista-que otros también poseen-no me impresionó tan fuertemente como el don singular y úuico que en Sarnsate descubrí de asimilcwse pro– fundamente Ja obni, introduciéudose en la médula de la composi– ción, identificándose con el pensamiento, la tendencia, hi Yoluntad y el alma del tiutor, lo que denuncin. un talen to music1tl del que no hny otro ejemplnr. •En honor de la verd!l.d, su miopía no le impidió interpretar con su natural sencillez, y salnir h1s dificultades técnicas de hicom– posición, entrando á primera Yista en el espíritu de ellii. Solo dos veces, articulando un •hwn lwm• en un pasaje muy difícil, nos tu– vimos que detener, pero no por ello podhi contener mi asombro, mi svrpresa, mi nerviosidad..... Después del último acorde, hubo-para mí-un silencio des– concertante, todos callábamos; de repente lenintó el artista su brazo y dijo: je ne e1i 1·ien á dfre; jouons-la e11co1·e une f ois. • Ni una sola de las muchas obser vn.ciones que yo esperaba, me hizo; y na– da más: luego ha paseado mi obra por el mundo y sellado vigoro– samente t.i amistad que empezó aquel día, y ha sido manantial de felicitii.ciones y de afectos para mi fami liti y para mí.• En vano se ha querido comparar su manera de tocar con la de otros, los pasados y presentes maestros del violín. Sara– sa.te tenía su puesto aparte, único, particular, exclnsivo, perso– nal: lláwenle clásico llámenle como quiera.u, está fuera de to– da duda, exento e.le toda discusión, que sus privativas condicio– nes y facultades han creado un arte del violín único y pecu– liar. . •Para mí-afirma Sir A. Mackenzie-ern, ta.n sorprendente su dulzura de 1trco, como la finura de sus dedos, la pureza de su soni– do y Ja infalibilitlad de su entonación . Con los ojos cerrados, el oyente no podla distinguir el cambio de movimiento del arco. En Ju, elegante y dulce acción del brazo derecho radicaba el secreto de su ideal fraseo. Un estimable crítico que oculta su nombre bi~jo el pseuc.ló– nimo de .: Pi~zicaton, se expresó hace doce aílos de Sarasa.te en los términos que copio: •Los más renombrados criticos de Europa y América no han podido definir la prodigiosa ejecución del sin par violinista nava– rro. Se Je admi1·a; se le aplaude; los profanos se asombran; los mú– sicos no se explican Jo que oyen; S1irasate es el génio del violín y el génio se impone, pero no puede definirse. La casualidD>d, la madre de casi todos los inventos grandes y ·grandes descubrimientos, puso en las manos de nn niüo el juguete que reveló innittas facultades. Aquel pequeiio viollu fué oido con asombro por nuestros padres, y los sonidos del 1·ebequillo llevaron

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