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-490- longados, falanges rectas, alai·gadas y potentes; sin más carne en las yemas que la necesaria para r evestir las extremidades de aquellas sútiles palanquitas, casi diría inmateriales; extre– midades de alas de ángel en que terminaban las manos de "monja adolescente,, de Sarasate; aquellas manos no cones– pondían al mundo de la materia> eran una obra indefinible; el problema resuelto de la opresión sin el tacto: un fenómeno ~•natómico, como. fueron otro fenómeno las cuerdas Yocales de Gayarre. De esta suerte se comprende que las cuerdas del violín, oprimidas por las ténues palanquillas de aquella izquierda ma– no pareciesen sufrir una tensión más ideal qne sensible, una tensión impuesta por seres invisibles, de acción peculiarísima, cuya resultante eran aquellos sonidos límpios y puros; nítirlos y dulces, con la sutilidad del espíritu celeste, y con el encanto anobador de una virgen impalpable. - - - - ·O·--- - Veamos aho1·a otras opiniones de distinguidos autores y competentes críticos musicales, entre los cuales no puedo me– nos de rec<imendar algunas transcripciones de indiscutible au– toridad é importaucia: E l profesor Bassermann, entre ot.ros recuerdos de Sarasate, ha escrito las líneas siguientes en la Gaceta de F rancfort: •En Sarasate todo era de una gracia encantadora; su manera de aparecer eu público, violín y arco en Ja mano derecha; su pre– sencia erguida, sus reverencias, sus actitudes, la comprobación del afinado, introducir el pulio izquierdo -en la manga, un atento movi– miento de cabeza al director de orquesta, indicando que estaba lis– to; ho.sta en esos detalles ern elegantfsimo y simpático. En los ensayos solla ser explicito; sus observaciones iban siem– pre acompafiadas de la discreción más cor tesa.na, aun cuando su au– toridad le consintiera en todas partes prescindir de ciertos mira– mientos; jamás sacaba el violín de su estuche, ni lo restituia á su lugar, sin limpiarle amorosamente el polvo y ojeai·le co~1 minucio– sidad . La selial de quedar contento en los ensayos era Ja misma siempre: ·~a ui. • Nadie ha sido más facil de acompañar con orquesta qu~ Sara– sate, porque su ritmo era perfecto; jamás hizo un ritardaudo ui un p1·esto anlimusical; en el fraseo era tan perfecto maestro como en el ritmo; y como testimonio de su merecido renombre artfstico está el hecho de que el severo é inflex ible Joachim, (a) no admitía otro rival que Sarasate.... ... ; y demostró sn admiración háci:i. éste, escribiendo para Don Pablo sus hermosas •vai·iaciones• en Mí menor. (a.) E1ninentisimo violiní$tf\ nlemau, varias vece~ citado en este libro.

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