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-48..J:- todos, es un consuelo grande, porque asilos amigos y admira– dores acompalian constantemente al muerto en fa. otrn vida. Y esto le ocune á Pablo Sarasn,te, el c:un,l por no d<>:iar enemi– gos, ni siquiera deja rivales eu el arte en que siempre fué maravi– lloso; su técnica era propia; peculiar su manera de ejecución; in– dividuales el sonido y la limpieza ele sus notas. Nadie se propuso imitarle, porque nadie se creyó capaz de al– cn,nzar á tanto. Todos los artist,1s del violin, saben de memoria que esto hubiera sido una profanación, y por eso ellos, ni siquiera intentaron hacerlo. M. BaiTOSO... L a violinista. de mundial reputación 'l'ere!lina 'l'ua, ;\la que D on Pablo dedicó sn obra 29 "Canto del ruiseñor ,:, inspiradí– sima p roducción ovacionada más de mil veces en ambos he– misferios, expuso en una larga causerie, algunas especies é im– p resiones acerca del genial concertista. De entre ellas recoj o las siguientes: «Callar es oro•-dice aquella-y por tal causa fuí muy parca en comentará Sarasate antes ele su muerte. Ahora - agrega-no atribuirán á incienso mis alabanzas, ni á envidia mis censuras; éstas no serian fundadas, pero en cambio mis elogios están sancio– nados por el mundo entero. Colocar una flor más en la corona de Sarasa.te podria. ser un ari·iere pensée, pero tengo en mi descargo los 32 afios de aclama– ciones triunfales que el universo entero ha prodigado ¿\, mi co– lega. Don Pn,blo me honraba llamándome •Su col!'lga•; yo Jo estimé mucho, pero nunca perdí de vista que é l era un maestro. Cuando me presentaron á él en 1879, t\llte el compositor Lalo, yo no espe1·aba llegará valer algo en el imperio de la música; la recepción fué cordial; evor.amos recuerdos del Conser v:\torio de París; de las clases de Aliare! y de Massart. En 1883, mi hitbitación del Hotel Dieudonné, en Londres, se ha– llaba precisamente sobre la de Don Pablo. Cu:tndo este dedicn.ba algunos ratos a l estudio, acompafiándole su incomparable ttmigo Otto Goldschmídt, mi madre y yo nos imponíamos un sepulcral silencio. Tan luego fuimos ambas admitidas en el salón de Sarnsa– te, tuvo éste la amabilidad de ejecutar, en nuestro obsequio, al– gunas composiciones, .lo cual me produjo snperlativii sn.tisfacción. Los momentos mejores de su tertulia ernn á luego de sus ccrncier– tos. Jamás fué hombre de •pose•. Se divertía con todo y especial– mente tergiversa!ldo los nombres de las cosas, v. gr: •el mer1l1 del concierto-, <<el programa de la comida•,&. Cuando Ja neblit·tt en– volvía á la capital inglesa, trataba, de dominar s u melaucoli:i con– tando historias más ó menos fantásticas que iba fo1jando con su rica imaginación; dibnjaba caricaturas, adicionaba detalles en algunas fotografías, agregando pipas, barbas, sombreros de copa&. &., como recuerdo hizo con una en la que figuraban él y Goldscbmidt. Si en dins de niebla se veía solo, no podía estudin,r
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