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-482- fusión ha sobrepujado A la alcanzada por las producciones del gran Paganini• Del "Diario de la llfarina" son los recortes siguientes: e Pablo Sarasate, el nrtista gcuin.I qne dió gloria á Espatla tra– duciendo en acentos de grandeza los rasgos geniales de su inspira– ción portentosa, ha muerto en Biarritz, cuando aún debían resonl\l' en sus oldos los aplausos de los pamploneses, á los cuales dedicó las últimas notas de Sil arco prodigioso. Sarnsate era orgnllo legitimo de su pátria, A la cun.I se vitoren– ba en todo el mundo cunndo él b::cía sentirá los públicos de razas más diversas el escalofrlo del entusiasmo. Su violin, era algo asl como una enseña nacional, y él que Jo sabli1., volvln. todos los alíos i\ consagra1' sus acordes mils inspirados, sus matices más cxquis:– tos y sus notas mils conmovedoras, ¡\ la tierra que le vió uacer. En manos de Sarasn'e el violín era un scr humano, que llorn– ba, rela, modulaba y expresaba ternuras y grn.ndeza.. Y sus oyen– tes, absortos, olvidaban todas las amarguras del vivir, sinti<!ndose llevados A las regicnes ignoradas de lo maravilloso y sublime. Hombre generoso y leal, fué tan qllerido como admirado, y és– te es tal vez su mejor elogio. Su muerte serA llorada en todas ptu·– tcs donde se reverencie el arte y se rinda culto á los más altos y desinteresados goces del espíritu. . . . . . . . . . . . . . . . . ... No conoció los altibajos de la fortuna, ni 11n solo desdén del éxi– to, caso tan frecuente en los artistas que l~ diario se ponen ante el público. Aun ahora mismo, ya sexagenario, enfermo ya, iniciándo– se el lnstimoso estado ,·aletudinario, posehi la misma s?guridad do nrc:o, el mismo timbre fino, poderoso, el mismo tono argentado y puro de su m<\s lozana moced¡\d Sus últimos concier tos por capitn– les europeas son de fechti bien reciente, y las criticas, que tengo delante, no hacen sino ensalzar la. madurez de su arte. Portentoso caso el suyo: comemmr su cnHera. <\ los seis anos apenas cumpli– dos, y terminal'ltt á las comienzos de ltt vejez, sin sufrir el n1111wgor do un solo dia de decadencia.• . . . . . . . . . . . . . •Yo bien sé que para muchos no era Sarasl\te un cuartetisla; desde Juego su mayor fama de génio la ganó como co11cerlist<r. Pues yo declaro que donde más se rindió mi admiración por él fuó oyéndole-dos veces solas en la vida-tocar en cuarteto. La pure– za técnica destacaba en este género con mnyor precisión que cuan– do le olamos acompaflado por numeroSt\ orquesta. Sobresaltan en su arte dos prendns ndmimbles, las dos supremas elotes del tocador de instrumentos ele arco: la precisión del tcno y la nitidez del soni· do. Era en esto muy semejante á aquel otro Sil inolvidable paisano, Gayarre. El uno con las cuerdas de su violin, y el otro con las Cller· das de s11 garganta, bordeaban esa linea sutil que separa lo nntu– ra.I de lo sobrehumano. Iguales eran en eslo los dos navarros. Pues esa excelencia del arte de Sarasa te puesta al servicio de un cuarteto, era Jo mils perfecto que musicalmente puede baber llegn– do á oídos humanos. Aquel Sarasatc que habltimos oído-entre con· /'usos y asustados-en los grandes conciertos, ej ecutando con ngili-

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