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- 400- singular ejecutante, de músico portentoso, que estremecían de en– tusiasmo, lo mismo A los frlos ingleses y alemanes qne á los vehe– mentes hijos de la raza lntina. El violln de Sarnsate era una ensena de España, paseada por el mundo para nuestro enaltecimiento. El violin de Siirasate, inter– pretando con delicadezas, con tonos, con msgos, acaso jamás igua– lados, la gmrideza del arte mu::1ical, no sólo dió gloria al que lo pulsaba.; dió, además, lustre y renombre á nuestro pueblo. De lo que ern el gran músico no cabe decir nada que tenga in– tención de dar idea de la realidad. En las manos de Saras. '1.te crn el violln sér vivo, capaz do traducir con acentos llenos de expresión y de grandeza, lo mismo los pesares que las nlegrhts humanas. Las cuerdas, acariciadas por el arco de Sarasato, se converllan en vo– ces; las notas en pahibrns, y el alma mAs insensible y obscura, al sentir los acordes armncados a l instrumento por el glorioso violi– nista, entregábnso subyugada., sentía el deliquio indescriptible que nos transporta desde la tierm. al ciclo de las emociones artísticas. El Arte, no sólo de Espana, del mundo entero, está de luto. Llornrán á Sarasnte en todos los pueblos cultos; pero el nuestro tiene que llorarle más, porque ha perdido un intérprete genial do la Música, y :tdemás un ciudadano qne daba brillo y fama al pa.ls en que naciera..• De un periódico brasileiio, traduzco y t.ranscribo el artí– culo siguiente: «Al pronunciar el nombre de Sarasate evoco irresistiblemente el recuerdo de mis estudios en el Couservn.torio de P:i.rís. Un dia de Julio de 1874-lo recuerdo como si fuese nhora mismo-, está– bamos en clase del maestro Allard sus discipulos todos, escuchiin– do las explicaciones y consejos del profesor sobre la interpreta– ción del concierto que constituín la pieza de concurso, cuando se abrió súbitamente In puerta y entró nu mozo de 28 á 30 anos, ele– ganto, moreno, ojos negros muy expresivos, cabellera y bigote negros también, tipo 11cabado de la bella y enérgica rnza ibern. Era Pablo Saraso.te, que venh\ á salud11r á su antiguo profesor Don D11lfin Allard; éste se apresuró á presentárnoslo con las si– guientes palabras: •l:'cliores, experimento una gran satisfacción al presentar A VV. el que fuó mi discípulo y hoy es mi colega, Sr. Sarasate: traten VV. de imitarle. • Al afio siguiente obtuve el prime1· premio de violín en aquel Conservatorio, y ·urns!\lc era uao de los individuos del Tribunal. . . . . . . . . . . . . . . . . . . La facultad de este artist1i consiste en su f1i.cilidad, queriendo reasumir en esta palabro. cuantos eleUJr.ntos integrnu el lttlento scnial de quien supo desde jóven conquistarse el puesto ele ídolo ú11ico de los p~eblos y auditorios mas seYeros, y conservo.r ese lu– gnr, sin temor alguno de destronamiento, hnst.'l. el fin de su exis– tencia. Cuantos le admiraron, convinieron en que er.t el gran virll10.>o de su ép.oc .'l., y en que reunia nn conjunto de cualidades escepcio– naies y superiores. La sonoridad, sin ser voluminosa, era de u111~ pureza y un timbre verdndermuente celestiales; su afiuacióu im-
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