BCC00R42-6-180000000000000000

-477- cada uno de estos el aire propio y peculiar del mismo, sino antes por el contrario, cautivando y seduciendo con el zapa– teado en Inglaterra, con la muiñeira en Rusia, con la jota en Ale– mania, con las habauerns en Austria, con el zortzico en Italia, con la playera en Sniza; de la propia suerte que en España nos arrebató con las cancfo11es rusas y los Aires esceses y la j)Jelodfa 1·umana y la Barcarola veneciana etc. etc. ¿Donde se encuentra caso semejante de asiruila!!ión? Dilícil sería, sino imposible, detenninal' en cual de esas maravillosas concepciones brilló i\ mayor alt.ura: cierto que sus A-ires escoceses tuvieron una acogida delirante en el Reino Uni– do, corno sns Canciones rusas en las orillas del Neva y su Melo– dfa Rumana en las del Danubio, y la Barcarola Veneciana en)a Perla del Adriático; pero no lo es menos que igual arroba– miento produjo entre las nieblas de Albión con la jota de Pablo y en el Tirol con fo. muilieim y en Rusia con la habanera, y en Alemimia con sus :wrtzicos. ..... ¡Los zortzicos de Sarasate..... ! Confieso ingenuamente y aunque alguien me tache de gusto pequeño, han constituído uno de mis mayores encantos, en términos qne no los superó, á mi entender, la voz del inolvidable Gayane. iQné ternura, qué piedad, qué mansedumbre, qué nmor ponía en ellos el an– gelical violinista. .... ! Yo hallaba en esas concepciones nn sentido de míst.ico·as– ceta, puro y deleitable, superior al que los gallegos hallaron en la muil'íeim del dulcísimo artista. Era nna belleza sin defecto, ideal y angélica, con aliento y emanación sobrenaturales que encarnaban en el instrnmento magnetizado, procediendo de los espacios infinitos, para bañar el alma de un bienestar pmísimo y atrayente, eliminador de las humanas pequeñeces, que hacía pensar alto y sentir hondo con grandeza de ánimo sereno y sin peso de prejuicio extraiío. Ninguna poesía !frica me ha presentado más {t lo vivo, con mayores arrullos, las cautivadoras voces de la naturaleza de Vasconia; y sin dnda Sarasate poseía un don divino para sen– tirlas y describirlas, {t juzgar por la confesión de l\fax Broch, e:xplícitamente revelada en l<t hermosísima- carta que de ese autor transcribo en este mismo capít.nlo: don divino que ordi– nariamente denominamos riqueza de imaginación, que se manifestaba en D. Pablo con torrentes de inspiración en sus diálogos y monólogos, hastá converti r á veces lo insignifican · te en inconmensurable; la gota de agua, en encrespadas olas; el grano de arena, en montaña inaccesible; el fnego fáLuo, en in-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz