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-476- · Durante fas horas caniculares, Sarasate, de pié en el mirador de su coquetona Villa-Navarra, habló de la guerra rnso-japonesa, de polltica internacional, de literatura, de arte, de todo menos del violin. Consagrado al suyo durante diez meses del año, llevándolo como trofeo de París á Londres, de Londres á Viena, de Viena. á Sao Petesburgo y después á Pamplona, detenido durante estos dos meses en sn triunfal carrorn, justo es que goce de absoluto descan– so. Pero es ese reposo algun tanto especial: 110 toca el violin: com– pone música, y la suya, reconocida en Europa, sin discusión, como la música 111ejor para violin que se ha conocido (de lo cual son buen ejemplo •Aires bohemios>) tiene tal aceptación, que de algu– na de sus ediciones se ha llegado en la venta hasta la cifra desco– nocida de doscientos 111il ejemplares. El corazón de Sarasate está en Espai'la; pero su oabezn como su Stratliva1·ius está en todas partes y á todos pertenece. Yo be creldo siempre que Sarasate uo solo es 1m violinista escepcional, con lllm manera absolutamente suya, sino también un gran inge– nio, con muchas particularidades que suelen pasar inadvutidas. De su predecesor Paganini se ha escrito mucho, que nada tiene que ver con las filigranas de su violln, y no sé porqué hemos de sacar el de Sarasate cada vez que hablarnos de este espailol tan singular por tantos conceptos. En ello estaba pensando cuando entró por el mirador una verdadera nube de mosquitos;-•son orfeonistns•– me dijo Sarasa.te-Como saben que estoy harto de música, pasan de largo por Ja casa sin detenerse en mis habitaciones. Sarnsate vive como los ingleses: para adentro, para su home, en su piel de artista, lejos de los establecimientos donde se sirve, con el chocolate la murmuración del día y el último chismecillo 1 jaleados por snobs de guardarropía·· Dejamos ya sentado su pleno dominio de los clásico&, do– minio que si ha siuo puesto en duda por alguno, tan solo por desconocer al gran virtuoso y juzgar sin conocimiento pleno de causa, puede haberse discutido, En cuanto á la música de los grandes maestres contempo– ráneos, no ha habido lugar á discrepancias: su superioridad está reconocida en absoluto, y sancionada por todos los públi– cos del mundo que le esaucharon. Hay además que reconocer en Sarasate una potencia asi– milativa, una perspicacia natural para penetrar en lo hondo, en Ja. sávia, en la médula de cuanta música popular escuchó en todos los paises que recorriera, y p1·ueba concluyente tene– mos de ello en las muchísimas composiciones propias que ba– sadas en motivos recogidos, así en las De,,adas estepas de Ru– sia, como en los poéticos valles de Hungría; entre las brumas británicas, como entre los aromáticos vergeles andalnces; á los orillas del Danubio, como en las costas gallegas; en la ri– vern uavarra, como en las montañas vascas, <lió á conoce!' in– distintamente en todos los países, sin concretarse á ejecutar en

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