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-467- rios, qne pudieran resultar defraudadas las esperanzas de estos. La fé ciega y absoluta de sus oyentes, imposibilitaba á estos ele adopta1· la actitud de jueces; antes por el contrario concu– rrían á sns localidades con\'ictos y confesos de víctimas dis– puestas de buen grado al hechizo, á la fascinación, al hipno– tismo que certeramente había de producirles el ma.go del vio– lín; y para que ese p<tpel lt:s fu ese más agradable, contaban desde luego con la superabundante prodigalidad del artista, nota característica de los conciertos de Sarasate, cuyas ejecu– c iones por lo menos duplicaba,n en cantidad á lo anunciado en los programas. Así, y solo así se concibe la fami liaridad que los públicos todos le reservaron: varios incidentes llevo relatados en este li– bro acaecidos en el trnnscnrso de aquella larga carrera en pleno concierto, incidentes que á la postre resultaron siempre de carácter cómico, pero que acontecidos á otro artistii menos esplendoroso ó menos admirado, menos correcto ó sereno, y no apoderado de sus públicos como desde su aparición le pasaba á Sarnsate 1 hubieran acarreado otros tantos fracasos. Voy á rehttar uno nÍás que nada tiene en sí de particular, sino es el co1Toborar de nuevo la cualid!:l.J de festivas con que nl fin terminaban las incidencias ocurridas inopinadamente á Sarasate, por desagradables que fueran en el primer momen– to. En Chemnitz el año 1906, tocaban Sarasa.te y Berta Marx en una sala de conciertos, cuyo tablado movible había sido preparado dándole demasiada inclinación y llegando hasta el borde mismo los asientos de los concurrentes; el atril faci litado á Don Pablo tenía el pié muy estrecho, y la tabla, que eramuy larga, cabeceaba con suma facilidad, d.i suerte que apenas co– menzilda la Tercera sonata de Saint-Saens 1 el atril se vino , a.bajo, yendo á caer sobre un cerca.no espectador que habiendo salido ileso del golpe, lo entregó á Don P.iblo, sonriente; co– rno si el attil poseyera nervios y estos se excitaran con las on– das sonorns emanadas del violín maraYilloso, c~iyó por segun– da vez y en la misma dirección; y volvió á caer por tercera vez en otro sentido, hasta que Sarasate disgustado mandó con– clncirlo <Í un extremo, pero hubo (mal de su grado) de sentirse contaminado con la hilaridad del público, expontáuea, franca y familiar, sosteniéndose recíprocas manifestaciones de espansi– "ª actitutl entre oyentes y ejecutantes, los cuales indemnizaron al pí1blico hasta la saciedad con la Sonafci á Ereutzer y varios Aires espaíi.oles. - --•D•-- No es menos de observar en él aquelhi indolencia inexpli-

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