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-466- simpático Charles h:ibía entl'CSacado los µapeles para condu– cirlos al local designado para la fiesta. Y fiando á su memo1;a entonces las obras que habían de ejecutlll' poco después, llegó á suceder se eqnivocasen en ple– no conciel'to uno ú otro concel'tista, comenzando á tocar cada cual una Sonata distinta, aunque ambiis de l\fozart. Aperci– bidos inmed iatamente los ejecntantes, l'iel'on la distracción, y con ellos el pt'1blico, que no hubiera tolc..ado sin censura á otl'OS artistas descuido semejante. Al aceptar l\'Ir. Goldschmidt dul'ante el verano las contra– tas ele Octubre, Noviembre y Diciembre, redactaba los pro– gramas, cuidando de evitar repeticiones en conciertos con– secutivos dados en una misma población; presentados aque– llos á D. Pablo, jamás quiso lee1-los, hasta la hora del con– ciP.rto¡ entonces intentaba á veces alterarlos por capricho, y el'a preciso mostrarle el libro-registro de programas, para con– vencerle de que no se incurría en repeticiones enfadosas. Ocurrió constantemente que obrns dificilísimas insertas en el programa, no ba.bían sido tocadas por el marnvilloso artis– ta. en uno ó dos aiios anteriores¡ y Mr. Goldschmidt, no snlía de su nsombro al observar que las ejecutaba aquel hombre so– brenatural con mayor perfección que antes: y por más que este fenómeno se repetía infaliblemente, la admiración de Otto no se suspendía en ocasión alguna, partiendo sin duda de este hecho singnlal', el concepto de sobrcnnturales, que con toda firmeza tenía formado, de las cualidades de su <;xcelso Jfailre. El plÍblico, desconocedor en totalidad de estns particulari dades, que aplaudía frenéticamente ií Don Pablo y se maravi– llaba oyendo al concertista fascinador, ¡cómo se hubiera exta– sindo y confundido, si le lrnbiernn sido conocidas las circuns– tancia;; íntimas que concurrían en aquel secuestrador de sus oyentes! Contribuyeron probablemente i\ esta manera de ser de Sa– n1s11te ante sus públicos de todas las razas y nnciones, diferen– tes concausas, de las cuales fornu~ba en pl'imera línea la com– pleta ausencia de temor, vncilación, ni esfuerzo por su parte: tal y tan profundo era el convencimiento de su propia supre– macía, que mm cunndo le hubiesen advertido q11e su auditorio se componín tan solo de autoridades musicales de primer ór– den, habría comparecido ante sus oyentes tan sereno é impasi– ble, tan confiado y sonriente. tan gozoso y tranquilo como siempre lo hizo. El público era suyo, antes, d11rante y después del concierto¡ nnda temfa. bajo ninglÍn concepto, porque jamás pudo asomar á los labios ni crnzar por la mente de sus audito-
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