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-24- Afirruan algunos de sus biógrafos (y por encontrarlo veroslmil lo recojo, fundándome en Ja. expresión de uno de sus lntimos ami– gos) que reconociendo los Senores de Lassabathie, en cuya com– pa!iia vivia el jóven Pablo en Parls, la oportunidad de que éste hiciera un viaje á Espaüa aprovechando Ja terminación de sus es– tudios, con objeto, entre otras razones, de manifestar personal– mente su gratitud á la Reina D... Isabel 2.ª por la pensión que le tenia asignada, le permitieron , (previo consentimiento de su pro– tector D. Ignacio Garcla), mejor dicho le aconsejaron, realizara dicho viaje. Er.tonces (Abril de 1861) debió ser cuando el laureado violinis– ta se dejó olr en el Palacio de Aranjuez ante la familia Real, cau– sando tal asombro á ésta, á .Jos Palaciegos y á los artistas, diarios concurrentes á la r égia morada, que no sólo dieron vivisimasprue. bas de su gran satisfacción, sino que para perpétuo testimonio de su excepcional agrado, acordaron los Reyes, en el acto, condeco– rarle con la Cruz de Cárlos III, como la más indicada entonces para premiar los talentos sobresalientes, aun cuando para eHo fué preciso modificar los esta tutos de la distinguida órden, en Ja que n<? se podía ingresar sin contar al menos 20 anos de edad. A fines de aquel afio, en el que habla ascendido mucho en lll. cuesta que conduce á Ja gran fama, nuestro jovenzuelo regresó á Parls, animoso y decidido á batir las alas, confiado en sus propias fuerzas. · Pugnaba por asomar sobre su boca una sombra de bigote, y por esta misma circunstancia se afanaba más en mostrarse decoré entre los parisienses, donde siempre viste mucho eso de las cin– titas en le boutonniere; y así, siempre luciendo la insignia blanca y azul que le otorgaba el titulo de caballero d!'l tan distinguida Orden española, tuvo en público el primer disgusto de su vida, que has de leer con mayor avidez, lector amable, si te advierto qu.e el relato es de los propios labios de Sarasa.te y lleva el refrendo de autenticidad de Garcla Landa, fecundo escritor navarro. Habla Sarasa.te de las condecoraciones y dice asi: •Tengo muchas, pero la mayoría de ellas no las puedo usar; embarazan los movimientos para tocar el violín las bandas, collares, placas, etc., ¡no las pue– den usar los violinistas! Dan gon~ideraciones pero á mí me dieron un disgusto.. Tenla yo diez y seis años y estaba en posesión de la Cruz de Carlos lll, me !a concedió Isabel Il, teniendo que reformar el reglamento, pues para poseer esa Cruz hay que tener veinte años. Fui á París, veslia modeslisimamente de americana, y en el ojal de la so– lapa usaba el distintivo con la satisfacción que es de suponer. Hallábame sen· tado en un banco, en un boulevard, cuando un gendarme se dirigió á mí y con burlón acento me dijo: - Chiq,_uillo, ¿qué cintajo llevas? Quitatelo y tíralo enseguida, que eso no es para ti. -"Esta condecoración-respondí indignado- es de mi patria, España; y me la ha dado Isabel ~-· en virtud de su soberanla.,, El gendarme no me hizo caso y me arrancó el distintivo; creo que nos pegamos; se arremolinó gente; llegó el prefecto; fuimos al Conservatorio y todo se arregló. (a) El público, que desde (•) Loa condiscípulos de Saraaate e•trel&nto promovieron un tumulto espantoso y la poli– cía ••ganó de aqnello1 nnt. grita y pel... formldabl08.
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