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-453- Excusado creo deci1· que si Jos frascos no fueron por ht ventana, les faltaría poco.• Sabido es qne desde l\fayo ele 1908, la salud de Don Pa– blo dejaba mucho qne desear; sus conciertos del 7 y 14 ele aquel mes en el Trocadero representan un esfuerzo supremo; los de Zaragoza en la tercera decena del mismo mes, quebrnn · taron mucho su naturnJeza harto destruíd~; y no menos nece· sitada de descanso en la primerl\ qnincena ele Julio, conocedo1· él mismo de su estado, convencido ele su decaimiento físico, ocultándolo á sus amigos que ,·en con clesconsnelo el :wanee del mal, huyendo de los facultativos que le aconsejan reposo, contra todos los pareceres y opiniones, vuelve uun vez más {~ su patria amada, gozoso, como el niño corre al mr.terno regazo y penet.rado-¿cómo dndnrlo?- de qne esta vez será la última, viene á p rodigarnos su afecto y 6. recibir los nuestros. Reconozcamos qne si runcho er::i. sn cari1\o, no era menor su valor ante el mal; rehuye consejos en órden á su salud; corta las conversaciones relacionadas con ella, se sobrepone á su debilidad, preséntase animoso, y reserva única y exclusiva– mente para sí mismo la pena y tristeza qne le embarga., cre– yendo que, de esta suerte no padecen los que le rodean y con· templan, los que le aman . Su estancia entre nosotros lleva al ánimo la certeza del fin inminente, y á su amor0sa sonri:;a no r e;;poncle corno l\ntaiio fo, nuestra; pálido y terroso el seniblante, decaído y ya no er· guido el cuerpo, apagado el ful gor de la mirad:t, pausados los movimientos y ademanes qne antes fueron vivos é inquietos, todo en él revela los progresos de la dolencia,, cuya confesión casi nadie logra arrancarle: y así se vuelve á Villa-Navarr::o,, satisfecho de su visita y de nuestros agasajos, tal vez sin s0s– pechar que nos quedan muy hondos el recelo y la amargura. Y allá en Bianitz, observa como su mal avanza.. .. y calla; se le hacen recomendaciones en \Srdcn á su curación, y las desoye en absoluto, con rebeldía digna· de reflexión, prueba irrefragable de su certeza, de sn seguridad en c uanto á la im– potencia humana frente á la enfermedad qne le acaba. Ni á su familia, ni á sus íntimos, ni á sus sirvientes, comu– nica sus temores: quiere para él, todo el cáliz de sn dolor á fin de que nadie padezca por él; y no solo eso, sino que pro– cura imprimi1· en sns conversaciones y en sus escritos el gra– cejo de otros tiempos, como lo revelan las dos cartas siguien– tes, y todas las demás de esta temporada que, en diferentes ca– pítulos del presente libro inserto .

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