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-450- á V. que n1111ca tocarla con tanto entusiasmo como para ese públi– co que ama el arte y no pnede poseerlo. ¡Poro dónde? ¡Si tuviéra– mos nqui aquella sala lle! Trocndero! ¡Pobre gente! Esta pobre mujer, que vh'irá á punetazos con In miseria, que tiene tan noble a l– th·ez y que se acuerda de mí, me ha conmovido. ¡Si supiéramos quién es! Ya ve V.; Jos pobres alejados de las manifestacioMs ar– tlsticas, cuando esto seria para ellos esperanza y salud; en cambio Jos otros suelen colgarlas en el ocio fastuoso de su vida como algo decorativo, nada más que decorativo. .... ¿Dónde daría yo ese con– cierto? -¿Y en Ja Cl\tedral? - No es mal sitio, no serla la primera vez que daba un concier- to en una iglesia, pero no haga V. nada. Claramente ,·eo que ese concierto no so dará; Jo siento, pero.... Y no se dió el concier to, como ven los lectores con pena grande de Sarasate. ¡En Ja Catedral! Yo no sé en donde, pero hubiera. sido un espectáculo conmovedor, basta arrancar lágrimas, ver A la ma– sa, A la pobre gente, al montón anónimo, rindiendo á Sarasate el homenaje de todo su carifio, mientras Sarasate entraba en sus al– mas abriéndolas é iluminándolas como un rayo do sol. ¡La pobre gente! Aquella tarde vi en Sarasa.te un soberano aliento de bon– dad; aquel carifio haoia los pobres, aquella emoción ante la car– ta.... Hubiera sido grnndioso: Sarasate en pié; las cuerdas del vio– Jin lloran, cnntan, rien, rugen, sollozan y maldicen, la pobre gen– te trémula de emoción sentirla pasar por su carne anémica. el es– calofrío de la emoción estética, y sus almas engalanándose con el oro de la belleza que Sarasa.te á raudales y á ríos arrojarla sobre ellas, hubieran sentido, amado y soñado una vida mejor, impoluta y .serena, una vida de paz que no podrán hallar, ¡pobres do los po– bres!, hast:\ que pasen los umbrales del misterioso reino de la muerte. Gm·cía Landa. Pamplona, Junio de 1908.• Cuando por los ai'ios 1886 á 1890, el maestro P'érez, Di– rector que fo6 de la orquesta del Real, y á quien Sarasa.te re– servaba extraordinario cariño, veraneaba con este en San Se– bastián, Don Pablo, que gustaba retirarse temprano y acostado, se entregaba lÍ la lectnra por largo rato, observó que su ami– go un día y otro se retiraba á hol'as demasiado avanzadas, costumbre con la cual se originaba á la servidumbre del H otel la privación del necesario descanso. Para modificar aquella . costumbre, Sarasa.te no apeló ante su amigo á otra argumenta– ción que á las consideraciones debidas á los bnenos criados, y tan á maravilla exp11so sns teorías de amor á los pobres sir– vientes, tan C\: mpliclo elogio hizo de estos y de tal suerte exe– cró la conducta de los.... seiloritos que no repn1·an en mortifi– carles moral 6 materialmente, que el mnestro P erez modificó

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