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- 445- P/S= Grncias por tn remesa de cigarros. ¡Tú alimentas mis vicios! Tú responderás de ellos.• Como en sus nñciones y caprichos, hay que reconocel'le alguna volubilidad eu las devociones de su nfecto. volubilidad que tal vez tuviera su fundamento y no pasara de aparente, porque sahi<lo es que se llevó secret.os al otro mnndo, secretos con los que se descifrnrían todos los motivos (algunos se han despejado en vida) de esa aparente inconsecuencia. En h vida de este hombre, en la gestnción de _este artista, cual ningún otro de su clase, genial y marnvilloso, fig·ura como factor interesante, descuella con aureolas de patriota generoso, de exp léndido protector, el Sr. D. Ignacio García y Echeve– rrfa, oportunamente presentado á la consideración del lector en el capítuio 2.° ele la primera parte; juicios infundados han vei·– tido sobre Sarasate la nota del desvío y de la ingrntitud al re– lacio11a1· con aquel magnánimo caballero la conducta de nues– tro llorndo artista. Y sin embargo, nada autoriza á tales juicios, como plenamente evidenció S:wasate hablando de aquellos mo– mentos críticos desu existenciii. ante amigos íntimos; antes bien , su figurn se agiganta al considerar que el favorec ido huérfano quiso poner límite á la protección desmedida de su Mecenas, y evitar qnc personas ligadas por cercano pareutesco á García sufriernn el quebranto que se predecía, para que cuando cerra– se sus ojos el acaudalado banquero, si su protegido no hubiera impuesto otro!; rnmbos al afecto paternal con que la Providen– cia sustituyó la falta de la madre querida, aiíos a.trás arrebata– da de su lado en Bayona. Muy de estimar y de aplaudir es aquella enterezri del jóven Pablo, al resolverse caballerosame.n– te y con no escasa violencia ele sn corazón, á encauznr por derro– teros justos, á sn juicio, el afecto de su protector; y ann supo– niendo que en ello padeciera quebranto el concepto de la debi– da grnt.itu<l, ha.y otra. circunstancia en la que resaltan con ad· mirable vigor el talento del hombre y Ja convicci6n íntima que de sus condiciones se había formado el Artista; aspiraba no más D. Ignacio que á lograrle por recomendaciones, nn puesto de Profesor en el Conserva.torio de .Madrid, con lo cual asegu– raba el pon·enir de Sarasatc¡ pero éste, que tenía pleno conoci– miento de sus facultades y haLfa obsen ·ado con clarividencia el lugar que en la eslera del Arte le estaba reservado, tomó ocasión de esa discrepancia de aspirnciones para cortar de raíz, con propio sacrificio de sus conveniencias económicas, aquella ten– dencia de exagerado amo1·, que otra persona, menos escrupulo-

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